a D. y K.
Decimos que el periodismo es importante y lo afirmamos por muchas razones. A veces lo atribuimos por razones de régimen; una democracia sana mantiene las libertades. Nada más contrario a un gobierno autoritario que el ejercicio cotidiano del periodismo. Igualmente le agradecemos el que nos entere de la vida pública; sabemos de las decisiones en política por lo que leemos en un diario o agencias de noticias. Es también una clásica respuesta verlo como una ventana. Quizá no viva en Siria, pero gracias a los periodistas logramos ver lo que sucede allá. Sucede lo mismo con la cuadra cercana o el municipio próximo. Debe haber un sinfín de asuntos o sucesos los cuales están fuera de nuestra vista. Confiamos que el periodismo destape lo velado, voltee las cartas bocabajo. Sin embargo, siempre salta la crítica de la imparcialidad u objetividad. No más de un periodista ha sido desacreditado por hacerse de la vista gorda o incluso fabular historias falsas. De ahí la acusación traspasa a todo el gremio.
El descrédito llega a tanto que confundimos las redes sociales con el oficio. Informar al segundo, lanzarlo a la vorágine virtual, parece lo más fidedigno. Un ciudadano de a pie, aparentemente sin compromisos, graba por Periscope o tuitea lo que ve. Ningún supervisor filtra la información; es libertad auténtica de expresión. La editorialización no es manipulación. La revisión es necesaria en la medida que escarda y mantiene lo confiable. Rara vez llegamos a conocer a quienes lanzan información; el timeline es una cascada por donde aparecen incluso usuarios que ni fotografía tienen. ¿No hay nada más cuestionable que eso? Si nunca logramos conocer claramente lo que piensa y siente alguien con rostro, menos un perfil en blanco.
Nada cierto hay cuando hablamos de realidad o hechos concretos. Aunque apelemos a ella para referir a la verdad, no es la misma para todos. En una primera impresión no reconocemos lo que vemos. No afirmamos la veracidad de algo en un instante. El rigor en el periodismo es la aspiración por la verdad. El periodista encuentra su motivación al hilar lo que encuentra para sacar conclusiones. Puede que los diarios izquierdistas o derechistas publiquen o dejen de publicar. Pero ello no significaría el fracaso del periodismo. Posiblemente habrá otro periodista que logre rebatir la noticia, reportaje u opinión. El mismo lector de periódicos no está condicionado; leer no es únicamente informarse. Es un engaño espantoso creer que las fake news aticen una segunda verdad. La imparcialidad no es sinónimo de escepticismo.