Según entiendo la figura de Don Quijote de la Mancha, lo importante en la vida empieza con un cambio. Esto quiere decir que se ha comprendido que lo hecho hasta ese momento no era lo mejor y que ahora sí se ve una luz que iluminará las acciones con las que se empezará el cambio. El cambio empieza con un cuestionamiento de las acciones anteriores hasta la consciencia del error y sigue con un plan. Pero el plan puede no ser claro. La vida en casi nada se parece a un diagrama. Un plan, por la multiplicidad de las posibilidades, es casi una apuesta.
La educación, en alguna medida, es un plan. Pero el plan no funciona si no se sabe qué se está planificando, con qué se cuenta para planificar, por qué es conveniente ese plan y no otro, y hacia donde se quiere llegar con la planificación. ¿Qué debe conocer el educador de sus alumnos para saber qué educará? Parece que principalmente debe entender el carácter y las capacidades de cada uno de sus alumnos. Pero ¿hasta dónde podrá educar un maestro experto en almas si la situación de algún alumno es complicada? Un alumno violento, ¿debe ser castigado o puede ser conducido pacientemente a que vea el error de su actitud? El castigo, como un plan, debe estar acorde con la situación del castigado.
Hay quienes creen que la mejor clase de castigo es el avergonzar a las personas, que eso es lo que operará realmente un cambio o una reordenación en el carácter. Esto también está sujeto a quién se quiere avergonzar y hacia dónde se lo quiere conducir, pues no todos entienden, ni perciben, de la misma manera el bien. No se puede avergonzar a un descarado. No se puede exponer a quien ha errado al oprobio público si tiene un carácter inestable. Eso es lo que vuelve insuficiente la exposición cibernética de los errores y la mezcla con el auto alivio de quien señala. No hay cambio donde todo fluye. No hay reconvención a lo bueno cuando ya no se sabe ni se cuestiona qué es lo bueno y qué lo malo. No hay mejor modo de vida, ni posibilidad de alcanzarlo, en el caprichoso devenir. Seguimos sin entender el cambio de Don Quijote.
Yaddir