Impotencia

La diosa no llegó esta vez. La razón se vio refutada, y se fue. La voluntad vino  y no quizo. Y el sentimiento ni siquiera se inmutó. Todos fueron viendo cómo el diálogo moría y cada uno al encerrarse en sí mismo lo mataba.

El logos no fue fecundo esta vez, el silencio se impuso en la lengua del hombre, y lo peor del caso es que ni siquiera es un silencio que escucha, ya que el que lo guarda es un ser para la muerte.

Maigo