Huelga decir que el poeta culpa a la musa por no acudir a su llamado, por no estar lista cada vez que algo le solicita, por no jugar con él a los dados.
Sobran las palabras y falta el orden, y no es que la musa dejara de lado al poeta, más bien éste se volvió sordo a su voz cuando dejó de lado a la inspiración para ocuparse de los metros y de la razón.
Y aunque tiempo después regresó el oído del poeta lleno de sentimiento, para cuando volvió ya estaba loco y por no reconocer a la musa la atacó sin remordimiento.
Maigo.