La rutina no es cansada, lo que cansa es la falta de alimento para el alma.
El esclavo trabaja sin ese alimento, se cansa y ansía las vacaciones para no seguir descontento, con unos días de no hacer lo de siempre le basta, aunque pronto regresa a la infelicidad pasada. Carece de ocio porque para él todo es pena, no importa si se trata de la nueva o la pasada.
Con el paso del tiempo, el esclavo sigue soñando con una libertad nunca alcanzada, espera que el próximo día sea mejor, que el año que viene traiga bonanza, que para el siguiente fin de semana ya haya lugar para la esperanza, pero ninguno de sus anhelos alcanza.
Auque no siempre se percata de las cadenas que lo atan, el esclavo a veces siente cómo lo lastiman, y a veces busca cómo quebrantarlas, pero no lo logra, por lo que decide ocuparse en matar el poco tiempo que le queda para no pensar en su miseria.
Jugando a ser libre, jugando a ser creador, o suponiendo que todo lo que lo apura tiene alguna importancia, sin ver que su vida se pierde entre las disposiciones del amo que lo mantiene con la mirada baja.
Maigo