Sobre los daños y los beneficios

Dice una vieja máxima humana que no hay beneficio de uno sin perjuicio del otro. Lo cual se puede traducir en lenguaje más coloquial como que hay que chingar para que no se lo chinguen a uno y el que más chinga es el ganador (en México usamos la palabra chingón). De manera más o menos semejante, si ocurre una tragedia y se caen diversos edificios, habrá quienes tengan trabajo y ganen dinero por eso. Si un matrimonio tiene problemas y no sabe cómo resolverlos, habrá abogados que busquen la manera de beneficiarse del suceso. Si hay situaciones violentas que una comunidad o la seguridad del estado no sepan y no puedan resolver, habrá quienes ofrezcan sus armas para solucionar el conflicto y controlar a los demás. Pero la máxima, pese a que parezca tener sustento en buena parte de nuestra experiencia, no evidencia que el hombre esté contra el hombre o que no sepa entender alguna situación en desgracia para en vez de beneficiarse con la desgracia, ayudar en dicha situación. Podríamos preguntarnos si es una cuestión de justicia dar en momentos en los que alguien lo necesite. Si el amigo requiere de dinero en determinado momento, ¿es justo darle o prestarle ese dinero? Podríamos pensar que es calculador hacer un préstamo buscando su retribución y además el agradecimiento. Pero el amigo puede dar desinteresadamente porque quiere a su amigo. Aunque no querramos a alguien y no busquemos su reconocimiento ni su agradecimiento, ni saldar alguna culpa, podemos ayudar desinteresadamente, sólo porque vemos que se requiere nuestra ayuda y será bueno hacerlo. Podríamos decir que buscamos el bien de la comunidad o simplemente el bien de nuestro prójimo.

Yaddir