Cuentan que si vienes del bosque tomando la calzada del rey en una noche de luna llena, se te pueden aparecer dos lobos blancos. Sus afilados colmillos brillan bajo la luz de la luna como dos dagas de plata, mientras que sus ojos profundos como dos brasas de carbón te hacen perder la razón. Según cuentan, te rodean, y no te dejan mover. Si intentas correr te ladran erizando todo su pelaje de la espalda. Hubo un par de hombres que se atrevieron a desafiar este aviso de precaución, y su rostro rebanado hasta el hueso como si se tratase de una calabaza, de esas que adornan la ofrenda del día de muertos, fue descubierto al día siguiente con un tremendo gesto de horror. A quienes les hacen caso y se quedan quietecitos les va peor: estos endemoniados animales los sitian toda la noche, garantizando que el hechizo que terminará por matarlos de frío, cumpla su objetivo. No ha habido, hasta ahora, ningún hombre, mujer o niño que haya salido con vida de tan atroz situación.
¿Que cómo sé que esto pasa si nadie ha salido vivo? Es muy fácil: yo soy quien invoco a los lobos.