La cueva de mi tristeza sólo se ilumina con la luz de la esperanza, la cual viene sólo de tu infiniamor. Tú Dios mío entiendes bien mis dolores, mis soledades y sinsabores, te hiciste hombre por misericordia y me das gracia a pesar de mis pecados.
Entiendes mi desesperanza ante la desaparición de mis hijos, perdonas que no entienda muchos de tus designios. Limpias mis lágrimas cada vez que me derrumbo y con tu infinita paciencia me sostienes en el mundo.
Estoy triste, porque tristes son estos tiempos, a veces pareciera que no hay nadie en quien confiar o con quien buscar consuelo. Nos inunda el llanto, temblamos todos de miedo y la esperanza se pierde entre selfies y denuedos, aunque la tristeza nos guía a llevar la vista al suelo, tú amor nos invita a dirigirla siempre al cielo.
Maigo.