Agua entre grietas

Agua entre grietas

 

para A.C.

 

Los fresnos me enseñaron,

bajo la lluvia, la paciencia.

 

A veces la tristeza imita a la humedad. Se filtra sigilosa por el filo de las ventanas y nos sorprende en la mañana a los pies de la cama. Acurrucados en nosotros mismos, su presencia astilla nuestros huesos, dilata el despertar, vuelve fatigoso incorporarse y comenzar a andar. Por las tardes se recarga en las espaldas, apiñada como un dolor que no nos deja respirar. Se anuda en la garganta luchando a tientas con el aire, entonces carraspea y recorta nuestra voz lloviendo un llanto que irrumpe tan inevitable como la tos. Al final del día, cuando sopla el viento de la noche, ya impregnada en el muro de la memoria, ya manchando el tapiz del ánimo, nos derrumba, nos deja a la intemperie, desmoronándonos bajo el cielo abierto a la esperanza de un día más, de un día menos, de un día, al menos de un día menos cruel. A veces la humedad también imita a la tristeza.

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Quizá será la gran nota del mes: la administración federal trianguló recursos a empresas fantasma mediante universidades públicas para desviar miles de millones de pesos. 2. La izquierda a la altura de la historia. Primer acto. Los camaradas René Bejarano «El señor de las ligas» y Dolores Padierna «La clausuradora de bares» renuncian al PRD y anuncian su incorporación a Morena porque «nuestros tiempos lo necesitan». No es que ellos quisieran, no es que lo hagan por interés, es que han de estar a la altura de la historia. Segundo acto. Los camaradas Ramón Jiménez López y Ana Ángeles Valencia, velitas de esperanza de Morena, expresaron su solidaridad con los funcionarios de la tiranía de Corea del Norte tras la expulsión del embajador. Dicen que es muy malo que el país proteste por ensayos nucleares y que se oponga al armamentismo, que la relación con Corea del Norte ha sido muy fructífera en la ciencia, la técnica y el arte, que bla bla bla. Los camaradas a la altura de la historia. Tercer acto. Dice el camarada Nicolás Maduro que está dispuesto a convertirse en dictador para asegurar la paz económica. El camarada está a la altura de la historia. De algún modo toda esa necesidad, todo ese esfuerzo por alcanzar a la historia es inspirador: me inspira asco y repulsión. 3. Guillermo Hurtado, algo así como investigador del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la UNAM, dice que las notas negativas de la UNAM en la prensa son consecuencia de una mala política de comunicación… Ajá, se vale reconocer que la UNAM está mal, pero no se vale decirlo. Te pareces tanto al PRI. Pero más interesante es su celebración de un acuerdo administrativo contra la «dictadura del paper«: que el rector Graue anunció la firma de un acuerdo con otras universidades del país para diseñar sistemas de evaluación de la producción editorial en español. Es decir, la moda académica internacional pero en rosa mexicano y con clips de mariposa. Que es más o menos como el señor Hurtado escribe en sus trabajos profesionales, en esos en los que como que investiga… Algo suena raro. Te pareces tanto al PRI. 4. Conmovedora la columna del periodista deportivo Miguel Gurwitz sobre el temor cundiendo en Florida.

Coletilla. “Dios no puede padecer, pero puede compadecer”. Bernardo de Claraval

La rana en los extremos de la memoria

La rana en los extremos de la memoria

 

 

Afasia

¡Oh, memoria inocente que partes el pasado en brincos

para dar de comer animosa al presente!

Ahora te disuelves en el amargo trago de un

zarpazo enfermo, haciendo lodo

al hombre que es de barro.

Te vistes de arcilla para confundir la mano

con el devenir.

Parábola de una rana proyectil

que se va derritiendo hasta hacerse agua.

No existe el brinco, no existe el agua.

No existe rana.

Porque tu ayer agua dulce,

que dibujaba dirección a la mano, hoy es pantano,

quizás niebla en que la sombra hombre

empuja de regreso a la rana para deshojarla

en apenas un chasquido de voz.

Oscuridad y silencio: un brinco eterno

que devora su nombre.

 

 

 

Cascada inmutable

El agua que fluye se estanca para la rana siempre presente

Hoy es ayer en un brinco infinito

[infinito

Un espejo es el muro claro del agua

La actualidad se transmuta en exceso

 

La rana penetra en cada lance atómico

El silencio y el ruido son una mano que aplasta

 

 

La rana es un beso un vidrio una piedra

El lago es una pestaña cerrada abierta

[muerta

 

Ser hombre es ser rana que brinca caminando

La noche es una claridad cuyas uvas son el futuro

 

Vino torrencial que parte la razón en un brinco plural

Una rana paquidérmica convierte el chapuzón en diluvio

 

 

Nada jamás muere fugitivo antes mis ojos que son dedos

Cada palabra es un clavo que se hunde quemando

                                   [croando

 

Tacitus

Haciendo sonar un ruido V

No es sorpresa que un haiku hizo ruido en este blog. Dio saltos en Triques y paliques, Humo, Fabulaciones y en Objetos usados. Ahora salta aquí en un arrullo:

Musita ranita,
todo esté tranquilo;
¿no ves que mi niño
quiere estar dormido?

Calma los rumores,
duérmelos conmigo;
serena la noche
para mi nenito

Aplaza la mañana
para descansar;
al estanque salta
no vuelvas a croar.

Rey ciego

La mejor imagen de la envidia es un rey ciego,  ya que el poder permite destruir lo bello y lo noble, especialmente cuando por ceguera ante lo justo se considera que lo bueno es malo y lo malo es bueno.

 

Maigo.

El lago apacible

Despertó. Pero volvió a ver lo mismo que el día anterior: el buró del lado derecho donde dejaba su celular, llaves, bebidas, tarjetas; enfrente tenía el clóset con su ropa estrictamente ordenada junto con sus siete pares de zapatos para toda la semana; la pared decoraba su lado izquierdo, que regularmente evitaba por miedo a golpearse. Sentía que no despertaba, pero después del chirrido de su alarma no podía volver a dormir.

Todos los días caminaba hacia el mismo pasillo que lo llevaba al elevador, luego al sótano y ahí tomaba su coche. Podía contar cada paso que daba hasta subir a su coche, de no ser porque eso lo hubiera deprimido aún más. Al llegar a su trabajo el edificio lucía como siempre. Llegó a la misma entrada de todos los días y fue engullido. Adentro las cosas parecían diferentes. Había querido ver algo distinto durante mucho tiempo. Se imaginaba que un temblor despertaría a sus compañeros y podrían hablar de asuntos humanos, cosas que los distinguieran, que no fueran las mismas pláticas que todos devoran y desechan en todas partes. Imaginó un temblor y cómo verían sus vidas con esa consciencia que da el sentirte en peligro, el ser consciente de lo ya hecho y lo todavía por hacer. Pero el temblor pasó. La gente se conmocionó, pero al día siguiente parecía que nada había pasado. Todos querían volver a la normalidad. Todos se aferran a la normalidad. Incluso él; le daba miedo que algo estuviera pasando. Le dijeron que no era lo más conveniente permanecer en las oficinas y le dieron el día libre. Como nadie sabía qué hacer con un día libre en horario de trabajo, todos se quedaron platicando afuera. Hubo algunos que intercambiaron ideas; inclusive algunos estaban haciendo juntas en la banqueta. De repente él sintió un estremecimiento. Algo vio en todo ello y decidió irse a otro lugar.

Fue a un parque que visitaba cada que podía, aproximadamente cada mes. Le gustaba todo ahí. Sus numerosos y altos árboles, los niños animando cada parte del lugar, las bancas que parecían más troncos que se habían caído accidentalmente que obra de la técnica humana, aunque lo que más le gustaba era ese apacible y extenso lago. Le gustaba mirarlo por horas enteras. Le habría gustado dibujarlo, si pudiera hacerlo, escribirle un poema, pero ni siquiera sabía diferenciar un verso de una estrofa; algo debía hacer para expresar lo que sentía. De repente saltó al agua la rana. Tan rápido, que ni siquiera supo por dónde vino, ni siquiera si pasó por una serie de saltos previos para acabar ahí. Imaginó a la rana salir de sí. Puso atención a la estela del salto y por fin pudo sonreír.

Yaddir

Pausa

Y así, sin más ni menos, sin porqués ni cómos, sin promesas ni destinos, sin juramentos. Así nomas, sin ambages. Así, digo, sin iniquidades. Así, pues, sin solemnidades. Así… descubrí que te amaba, y que no iba a hacer nada por ello.

Gazmogno

Suerte

— ¿Ya viste que al papá de Ramiro se le quemaron los dientes?

— ¿Qué? ¿Cómo que se le quemaron?

— Pues es que es mago. yo por suerte se los vi el otro día que lo encontré en la tienda. Se esforzó de más en ocultarlos a la hora de saludarme. No lo culpo, de verdad se le ven bien feo. Están como si se le hubieran podrido, todos negros y chamuscados. Se le sube una mancha negra de tizne desde el hoyo que le quedó en mero en medio de los dientes de enfrente.

— ¿Pero qué le pasó o qué?

—Ah, pues es que el señor por fin pudo atrapar una bala de una mordida. eso me lo contó Ramiro, porque la verdad me dio pena preguntarle al señor. Resulta que se le había ocurrido, después de mucho pensar, el modo en que podría agarrar la bala sin que se le escapara de nuevo. Y, pues, lo logró. Me dijo que él mismo le había disparado a su papá y que vio con sus propios ojos el momento en que la bala se detenía atrapada en la mordida. Dice que los ojos se le llenaron de lágrimas al señor, y que luego luego olió a pollo quemado. Yo le dije que tuvo suerte de que no le pasara nada más grave, pero Ramiro insiste en que su papá tiene suficiente pericia como para volverlo a hacer, pero que ahora le faltan los dientes y que si se pusiera unos de porcelana no le aguantarían la presión y se quebrarían. En fin, si ves al señor fíjate bien, verás qué fea le quedó la sonrisa.