Con cada paso que da, una parte del suelo se derrumba en algún lugar del mundo. Nadie lo sabe, y nadie se explica por qué la tierra se va desgajando como si fuera una galleta seca en extremo. Él no siente remordimiento, no pidió tener ese don, mucho menos ese peso. Debe moverse, mantenerse en su infinito ciclo de vaivén andando hacia ninguna parte. Eventualmente se quedará sin un lugar a donde ir, a dónde moverse. Entonces podrá comprender el peso de sus propios pasos.