Contado ruido

Contado ruido

(con tantas ranas y con tantas letras)

 

Hace varias semanas presenté (Hacer sonar un ruido) una colección de versiones del haikú más famoso e invité a versionarlo. Hubo versiones de Cantumimbra (Haciendo sonar un ruido y Dos mitos, de creación y destrucción), Yaddir (El lago apacible), Carmín (Haciendo sonar un ruido V), Tacitus (Haciendo sonar un ruido IV y La rana en los extremos de la memoria) y Námaste Heptákis (Sonando un ruido y La historia del lago taciturno). La fatalidad de septiembre me impidió seguir con el juego y octubre nos trajo un viejo juego nuevo vía Javel, en el que ya participó Tacitus. No queriendo pasar al viejo juego nuevo sin terminar el nuevo juego viejo, propongo lo siguiente.

1. Un cuarteta cuasijitanjafórica de la rana saltarina en tiempo de la gripe

sereno soleado lago

simula silbar el viento

saltando salpica el sapo

sonoro sonar moquiento

 

2. Un haikú que reúne el juego de la rana y el juego de las cuentas

a once letras               11

les salta una rana      15

¡cuarenta letras!        14

__________

40

 

3. Mi aportación al nuevo juego

Soneto de arte menor, con descripción de su estructura formal, cuenta interna de vocales y suma final de trescientas letras. Se intitula, obviamente, “Las trescientas letras”.

Las sumas de los factores        21

los productos no alteran,         21

así las cuentas esperan            20

de todos estos valores.            19

 

Ochenta sílabas cuentan          21

entre diez versos menores;      22

rima simple, malas flores          21

sin que en la cuenta mueran.   22

 

Primero son dos cuartetos        22

con sus vocales setenta,             20

y luego van los tercetos             20

 

en que rebasan las treinta.      22

Siendo al final los intentos       24

trescientas letras la cuenta.     25

________

300

 

¿Alguien más quiere jugar más juegos?

 

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. El jueves siguiente se cumplen 37 meses de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. En agosto, los funcionarios de la PGR se habían comprometido a presentar avances de la investigación en octubre. La dificultad de septiembre y los cambios dentro de la procuraduría dificultan creer que los funcionarios cumplirán su palabra. 2. Una historia conmovedora. El señor Santiago Nieto trabajaba para el PRD cuando se postuló para Fiscal Especial de Investigación de Delitos Electorales. En la postulación olvidó, ¡ay!, señalar que recibía sueldo por parte de quienes tendría que investigar. Y fue votado, ¡ay!, por los mismos perredistas que lo tenían contratado. Tras la renuncia del Procurador Cervantes, el señor Santiago Nieto filtró al diario Reforma información confidencial sobre una investigación a su cargo. Tras la filtración, el abogado del investigado divulgó el documento que el fiscal había filtrado y… ¡ay!, los documentos no coinciden: o mintió el fiscal que filtró ilegalmente el documento, o mintió el abogado. Ayer fue depuesto el fiscal. Los perredistas fueron los primeros en defenderlo alegando que la destitución del fiscal que infringió la legislación enturbia las investigaciones. Ha nacido el nuevo «mártir».  3. La exitosa administración de Eruviel Ávila en el Estado de México fue premiada con la dirigencia del PRI en la Ciudad de México. Ávila Villegas llega encaminado por un purpurado que espera cerrar el paso al sucesor natural de Norberto. La relación elecciones e iglesia más complicada que nunca. 4. Urge que «los jóvenes con iniciativa» que verifican información «objetivamente» se pongan a trabajar en la revisión de la renovación de credenciales de elector tras los sismos de septiembre, pues al permitirse la reposición extraordinaria sin identificación, el próximo año el candidato perdedor usará la reposición como evidencia de fraude. Chin, cierto, «los jóvenes con iniciativa» no tienen iniciativas contrarias a los intereses del candidato perdedor. Qué mala suerte. 5. Hay que leer a Juan Villoro y su reflexión sobre el imperio digital.

Coletilla. “Los escritores entrañables nos confirman que no estamos solos”. Jorge F. Hernández