Antojo

Hay cosas que simplemente no se llevan, aunque muchas veces es difícil aceptarlo; por ejemplo, los cacahuates y el chicle, el cereal con caldo de pollo. Sí, es cierto desde que el hombre comenzó a habitar la luna, todas las combinaciones que pudiera uno imaginar, venían en el empaque que las sopas “instantáneas” habían puesto de moda. Claro, solo que ahora en vez de ir al súper mercado y traerte un bote de chicharrón con helado de pistache, te acercabas a cualquier máquina expendedora de comida que quisieras, para comandarle que te dé la combinación de hasta cuatro ingredientes sin cargo extra. Claro, siempre era posible optar (cosa que acostumbraban los paladares temerarios) por pedir una combinación al azar, que podía traer combinaciones deliciosas como carne de conejo en salsa de zarzamora o podía traer cosas como riñones de jirafa al carbón.

Eso sí, no crean que porque había esta facilidad de tener cualquier platillo en cuestión de segundos, la gente había dejado de cocinar. Al contrario, la “artesanía gourmet”, pomposo nombre que se le dio a la manera de cocinar en estufa u horno; era una práctica todavía muy común en todos lados, incluso en las órbitas sublunares que no eran otra cosa que las vías  de comercio entre la luna y la tierra. Bueno, juro que me cansé de hacerle analogías, y de mostrarle a mi mujer por qué no era posible lo que tanto me pidió. Como podrá ver, usté, mi intento falló. Y gracias a un berrinche de mi alma gemela, ahora estoy vendiendo esquites preparados en el espacio.