Ánima
Amando se consumen esas horas,
para tocarnos suaves con la muerte
el corazón perdido entre su suerte,
entre viento de cal y sal de moras,
extrañado aun dentro de su alcoba,
y la tarde perece desgranada
en un beso. Un ave fugaz roba
la noche de mi frente despoblada,
cantando al sol de sombras y de arena;
vaga tibia el alma en su laberinto
de vidrios animados en la pena
que retarda apurada tanta ausencia:
amar sana la carne con presencia.
Tacitus