Los motivos de la paz
Para una sociedad en guerra quizás el perdón sea una buena noticia, en tanto suele considerarse benéfico el término de la guerra. A quién beneficie el término sólo dependerá de lo justo o lo injusto de la guerra, de si el término también trae justicia a las víctimas del conflicto. Si la justicia no está en el panorama, en cambio, el término de la guerra puede ser “benéfico” para muchos intereses, pero también es políticamente irresponsable. Supongamos, pues, que los intereses son legítimos: prosperidad económica, recomposición del tejido social, cambio de régimen. ¿Eso haría aceptable que las víctimas renuncien a su afán de justicia y acepten una amnistía burocrática? ¿La justicia se subordina al cambio histórico? ¿Qué es prioritario en lo político: la justicia o la paz?
Hace sesenta años José Revueltas publicó su incómoda novela Los motivos de Caín. Incómoda porque nos coloca frente al problema del perdón y la justicia, de la paz imposible y la guerra intolerable, de la persona evaporada en la gigantomaquia de las ideologías… Una novela, pues, incómoda para los años 50, incómoda para nuestros tiempos.
De manera general, Los motivos de Caín narra la conversión de un hombre moderno en una imposibilidad humana. Jack, el personaje principal, desertó del ejército estadounidense en la guerra de Corea tras ser arrastrado por el deber profesional a un crimen barbárico. Tras la deserción, Jack vaga por las callejas de Tijuana intentando comprender su situación. La incomprensión de la propia vida es paralela a la necesidad de perdón, a un arrepentimiento insatisfecho que anula el sentido de la vida. El otrora responsable soldado termina en medio de la podredumbre humana envidiando para sí el sentido de la vida que todavía tienen los criminales y las prostitutas de Tijuana, pues el arrepentimiento que él mismo ha experimentado por sus actos no le da la satisfacción de la justicia. El planteamiento de Revueltas es impecable: un criminal arrepentido es un criminal que ha perdido el sentido de su vida, sin justicia es imposible que la vida del arrepentido tenga algún sentido nuevamente. ¿Qué impide la justicia?
El primer impedimento para la justicia del arrepentido se encuentra en la falsificación humana de la modernidad: el crimen no es mera inclinación a la maldad, sino resignificación del sentido propio en los límites de la heteronomía. Finalmente cristiano, el trotskista Revueltas interpreta el origen del crimen no sólo en la convención social, sino en la falta de sentido natural de la organización humana: el hombre caído no reconoce ley natural alguna, de ahí que la supervivencia de su situación económica lo conduzca con facilidad al crimen. Sin resolver el asunto de la ley natural, el novelista nos muestra que el crimen de Jack es tan inevitable como involuntario: el hombre moderno no sólo carece de una orientación natural respecto a lo bueno, sino que su condición histórica lo impele a cumplir con lo correcto, aunque lo correcto sea criminal. ¿Acaso es un crimen que un soldado en plena guerra torture y mate al enemigo? Desde la corrección burocrática no lo es; desde la ley natural dependería de la justicia de la guerra. Si el mundo moderno no puede determinar guerras justas, todo asesinato bélico es correcto en tanto se ampare en un reglamento; el crimen siempre será imperdonable.
El planteamiento literario de la novela le da un giro interesante al problema del perdón y la justicia, y con ello nos muestra el segundo impedimento. El autor se nos presenta como aquel que transmite algo semejante a unas memorias incompletas, fraguadas en la mesa de un bar tijuanense, o a una confesión insatisfecha, nacida en la solitaria oscuridad de la culpa. El relato de la historia de Jack es deliberadamente incompleto: el autor no juzgará al personaje. Ni el culpable, ni el que nos cuenta la culpa, ni el lector, juzgan plenamente al personaje. La vida del criminal aparece tan carente de límites como las personas nos aparecen muchas veces en la vida cotidiana. Sabemos lo que pasó, conocemos nuestras propias culpas, pero no siempre imaginamos a dónde llegarán las consecuencias de nuestras acciones. Los hombres modernos estamos, como Jack, siendo contados por novelistas que no conocen toda nuestra historia. Ir más allá, advierte Revueltas, sería poetizar… Las posibilidades de la justicia no están tan sencillamente en nuestras manos. Lo que ha quedado en nuestras manos carga culpas inevitablemente. ¿Qué hacemos con ellas?
Los motivos de Caín es una novela recomendable para una sociedad en guerra que no sabe qué hacer con sus culpas. Cuando un conjunto social se alista a disputar ideológicamente su propia fisonomía, vale pensar a dónde nos llevan las ideologías, cómo nos enceguecen, de qué manera enardecen los ánimos para pelear, por qué nos inculpan, para qué nos llaman a olvidar. Creo que es bueno perdonar criminales, pero la injusticia no se acaba con un decreto, sino con el resarcimiento del daño. Las víctimas piden justicia en este mundo, el mundo de siempre, el mundo en el que andamos nuestra historia incompleta. Las ideologías creen en el poder de cambiar al mundo, creen conocer la historia completa.
Námaste Heptákis
Escenas del terruño. 1. El pasado miércoles, Rodrigo Aguilar Martínez tomó posesión de la diócesis de San Cristóbal. Aguilar Martínez se enfrentó al grupo que protegió a Nicolás Aguilar en Tehuacán, al grupo de Norberto Rivera. ¿Así o más solo el cardenal Rivera? 2. De risa loca. Así nuestro periodismo crítico. La señora Dolia Estévez, recordada por inventar el contenido de una conversación presidencial, publicó una «crítica» a la tesis de doctorado en Economía de José Antonio Meade. La «crítica» fue escrita sólo para agradar a las audiencias, hacer escandalito y dar material a los de siempre. En la crítica se pueden encontrar juicios como «nerd obsesionado con un tema esotérico», que por provenir de una representante del periodismo «libre» está fuera de duda su dejo discriminatorio. O sentencias de sintaxis caprichosa como «Meade pudo haber aprovechado su estancia en Yale para abrir una grieta sobre su opacidad a través de la cual filtrar una tesis que hablara de su compromiso con México», que seguro tendrá que ver con algo (quizás una grieta), aunque la pobre redactora no sepa ni con qué (ni de la grieta). La mayor «crítica» a la tesis es que no habla de México y que el sustentante no previó que los reglamentos discutidos en la tesis serían derogados años después. Obviamente, el mexicano debe hablar siempre de México y tomar tequila y llorar como Pedro Infante. Obviamente, para ser presidente se requiere conocer el futuro, de lo contrario ¿cómo sabría qué decisiones tomar? La combativa periodista denuncia, además, que Meade recibió mucha ayuda de su asesor (¡tómenla, tesistas!). Vaya, una «crítica» de antología. Si usted es periodista urgida de atención, no deje de leer a Estévez, que algo le aprenderá. 3. Es un rumor popular: este año hubo otro gasolinazo. El rumor se preparó desde noviembre, cuando algunos seguidores de cierto político dijeron que habría un gasolinazo. En vacaciones, como siempre, ciertos medios aliados a un cierto político confirmaron que en enero habría un gasolinazo. Ahora, se ha difundido el rumor de que hay gasolinazo. ¡Pero no aumentó el precio de la gasolina! ¿A quién conviene el rumor? Responde Enrique Quintana. 4. Vaya semana para ser agorero. El jueves, en una entrevista con El Universal, el expriista, exparmista, experredista, exfoxista, expetista, exmancerista y actual morenista, Porfirio Muñoz Ledo previó un «golpe de Estado» en la elección de julio próximo. ¿En qué funda su previsión? En nada. Junta la Ley de Seguridad Interior con el alegato lopezobradorista de fraude y a eso le llama golpe de Estado. Según Porfirio, si hay compra del voto, habrá fraude; si no hay fraude, habrá golpe de Estado, y si miran sus sandalias, habrá tabla. ¡Ah, qué sencillo! Todo antes que aceptar la derrota. Así ha sido la vida de Muñoz Ledo, saltimbanqui profesional. Y el mismo día, pero en Reforma, el doctor Lorenzo Meyer lanzó el siguiente huesito para beneplácito de los carroñeros: «El régimen político actual no es el de hace medio siglo, pero tampoco es el democrático que demandaron los entusiastas inconformes del 68. El de hoy es un híbrido disfuncional y que mantiene vivas en su esencia, muchas de las razones que dieron origen a las movilizaciones del 68 y a su desenlace. Hay pues que reexaminar el 68 para profundizar en la naturaleza de ese conflicto so pena de volver a tropezar con la misma piedra en su cincuentenario». Ah, qué memoria tan veleidosa, don Lorenzo. ¿No se acuerda que algunos de esos inconformes han estado en cargos públicos en los últimos 25 años (como el culiatornillado a una curul, nunca ganador de una elección, Pablo Gómez, quien tomó su primera curul en 1979 y desde entonces no ha dejado de «ser gobierno»)? ¿No se acuerda que muchos de ellos hicieron las paces con el priismo a cambio de una plaza en el sector público (esas plazas ahora incosteables para el ISSSTE)? ¿No se acuerda que los priistas de entonces ahora andan en Morena? Cierto, hay que reexaminar el 68, pero como advirtió Luis González de Alba: para reconocer que hace mucho se ha perdido el verdadero espíritu de alegría del movimiento. Qué tiempos para ser agorero. 5. Cuestionada por la campaña contra El Colegio Nacional, Concepción Company Company respondió certera: «Si me dicen que entré a El Colegio Nacional, a la Academia Mexicana de la Lengua, o que me hicieron emérita en la UNAM por una cuota de sexo, en este momento yo, automáticamente, regreso los nombramientos porque me insulta como mujer».
Coletilla. Un día como hoy, pero hace 9 años, me tocó iniciar las publicaciones del blog. ¡Ya son nueve años! Que siga tocando la banda…