Opinión viral

La necesidad de comportarnos productivamente nos empuja a la rápida y fácil indignación. Siempre que hay algún evento impactante, cuya problematicidad apenas alcanzamos a comprender, debemos tener una opinión al respecto. Opinamos aceptando o rechazando  el suceso.  La guerra, por ejemplo, nos parece indignante. Dicho así de general, cualquier guerra, sea causada por el motivo que sea, nos irrita, nos hace disparar tuits cargados de indignación. Preferimos la paz a la guerra. Debemos de tener una opinión inmediata para poderla ejecutar y darle paso a las demás opiniones que también debemos ejecutar; juntamos teoría y acción. Pero eso nos nubla la posibilidad de ver la complejidad del contexto en el que se suscita una guerra, si es justa o injusta.

De una manera muy semejante, hallamos defectos de manera rápida en los yerros filmados y que encuentran en las redes sociales el pancracio de las acusaciones. Sólo vemos segundos de la vida de una persona que ha vivido millones de segundos. Cualquier juicio sobre esos segundos, quizá minutos, es insuficiente sobre dicha persona. Incluso qué la orilló a actuar de la manera en la que lo hizo cuando fue filmada no se piensa al momento de compartir el cacho de su vida que será el más recordado; el más trascendente e intrascendente a la vez. La mayoría de las opiniones que se tendrán sobre la persona viralizada se reducirán a casi nada de esa persona. Pero tendrá la fortuna de que su accidente no será recordado por demasiado tiempo, pues los videos en la red se reproducen de una manera inalcanzable. Esa velocidad con la que se los recorre, llevará a la necesidad de que cada vez se viralicen cosas mucho más grotescas. El último peldaño de la perversión caerá cuando en el aburrimiento de ver las mismas situaciones viralizadas, los internautas provoquen el contenido grotesco, cuando ellos sean productores, acusadores y víctimas de la viralización.

Al no entender las acciones humanas, pero al querer juzgarlas, se vivirá en un limbo de incertidumbre moral. La opinión rápida es la peor clase de opinión. La segunda opinión peor es la opinión copiada, pues es una opinión pensada por alguien y repetida sin pensarse. La opinión que se viraliza contiene a las dos peores opiniones, las cuales nos alejan de reflexionar la siempre compleja experiencia humana. Si no podemos distinguir entre los justo y lo injusto, ya no podemos vivir bien.

Yaddir