¿Por qué siempre queremos ayudar a nuestros amigos? La pregunta, por más sorprendente que suene, nos advierte si tenemos amigos o si sólo tenemos socios. ¿Sabemos distinguir a los amigos de aquellos cuyo trato nos conviene seguir manteniendo? Quien no observa con cuidado sus intenciones podría creer que conseguir amigos es como dar likes en Facebook. Aunque mayor perversidad se desliza en quien usa la imagen de la amistad para el negocio. ¿Podría alguien preferir la amistad al negocio? Quizá una persona que comercia con las personas nunca podrá ser feliz.
Creo que la respuesta a la pregunta inicial la da Michel de Montaigne: la mayoría de los legisladores consideran más importante reflexionar la amistad que la justicia. Dicho de manera esquemática, no tiene sentido seguir las leyes si uno no se preocupa por la amistad; es más fácil quebrantar la ley por un amigo que por cualquier otra persona. Los amigos nos ayudan a ver que el lugar donde se vive es un lugar habitable, a que lo más conveniente es reflexionar si la ciudad donde radicamos nos posibilita ser buenos. Evidentemente un legislador sabe que no puede impedirle a los ciudadanos hacerse amigos, toda ley que intente siquiera imposibilitarlo está condenada a ser derrocada, pues cancela nuestra natural inclinación a relacionarnos unos con otros; cancela la posibilidad misma del mantenimiento de una ciudad. Pero un legislador sabe que las personas creen que es más justo hacer bien a los amigos que seguir las leyes y que eso puede redundar en perjuicio de la misma ciudad. Hasta el más serio legislador sabe que sin la motivación de la amistad, quizá no estaría reflexionando en las mejores leyes.
¿Queremos ayudar a los amigos porque creemos que hacemos bien? Si los ayudamos bien, entonces estamos haciendo el esfuerzo por saber cuándo conviene ayudarlos. ¿Nos acercamos al bien esforzándonos por saber cómo podremos ayudar bien a nuestros amigos? Si lo anterior es cierto, es falso que la sinceridad sea semejante a un impulso irracional, pues no podemos entender si nuestras intenciones son buenas si no pensamos cuál es la mejor manera en la que podemos beneficiar a nuestros amigos. La razón es bífida, así como puede usarse perversamente puede guiarnos al bien. Si no tuviéramos amigos quizá no podríamos querer distinguir el bien del mal. ¿Podremos actuar bien si no nos vemos movidos por otra persona?
Yaddir