Influencias literarias

Además de la lectura de periódicos, el leer novelas nos muestra la propensión humana al chisme. Nos gusta saber no sólo las situaciones más complejas en las que va adentrándose el protagonista de alguna historia, sino con quiénes se va encontrando, qué deseó, qué pensó. Nos inmiscuimos hasta el fondo de su alma con el permiso tácito del autor. Cuando chismeamos no vemos el trasfondo de un complejo contexto, las constantes encrucijadas que debe atravesar el personaje referido, aunque sí nos sorprendemos, destacamos aquello que nos parece relevante de la historia reconstruida y, en muchos casos, hasta aconsejamos sin que el involucrado lo sepa. ¿Al chismear manifestamos una natural inclinación al conocimiento sobre las fragilidades y virtudes humanas o simplemente encubrimos nuestras faltas y admiraciones en los asuntos ajenos?

¿Por qué nos gusta más leer novelas que cualquier otro tipo de libros? Nos gusta chismear porque nos gusta autoconocernos, autoadmirarnos, autojuzgarnos, autojustificarnos. Es decir, nos gusta identificar cuál es el mejor modo en el que podríamos manifestar nuestro carácter. Aunque pensarlo así sería suponer que mediante la lectura adecuada de las novelas podríamos identificar quiénes somos y, ebrios de optimismo, formar nuestro modo de ser. Los personajes no son exactamente como nosotros. ¿Podemos reconocer fácilmente cómo somos nosotros y cómo son los personajes? La única manera en la que encuentro que esto sea posible es cuestionando y respondiendo cada una de las decisiones que toman los personajes en la novela sin que cada una de las respuestas se contradigan en exceso. Evidentemente, sin una idea general del texto, cada pregunta no tendría sentido, pues varias preguntas, por el contexto, se podrían contradecir. Por ejemplo: Romeo no quiere pelear contra el primo de Julieta, pues está enamorado y busca la paz, pero cuando matan a su amigo maldice su cobardía y mata a la persona con la que momentos antes se sentía familiarmente vinculado. Si preguntamos, ¿Romeo es una persona precipitada, que actúa sin pensar ni medir las consecuencias? La pregunta adquiere un cariz distinto antes y después de la muerte de su amigo y si se plantea pensando las dos situaciones; la pregunta se complejiza si se contempla la obra en general y buscamos una causa general a sus acciones. De manera análoga, el lector debe ver la generalidad de su vida, distinguir cuáles son las situaciones que lo han llevado a ser quien es. Tal vez eso sea lo que encuentra en una novela: la revisión de sus momentos decisivos.

Todo lo anterior tiene sentido si nosotros somos los que reflexionamos mediante la novela, si somos nosotros quienes nos educamos mediante ella, y no es la novela la que nos va deformando. No son pocos los que toman como ejemplo moral al atribulado Raskólnikov. Según la prensa inglesa, hubo una oleada de libertinaje después de que salieran a la venta y fueran multitudinariamente leídas las novelas sobre Sir Grey de Lady E. L. James. ¿Podemos distinguir cuando un libro nos hace mal y cuando nos hace bien? Quizá, para contener la tremenda influencia que una obra pudiera tener en nosotros, deberíamos preguntarnos por qué nos dejamos influir por determinadas obras en momentos específicos, por qué y para qué leemos lo que leemos.

Yaddir