Revaloración del resumen

Revaloración del resumen

Resumir es la actividad de reducir un texto a términos breves conservando la idea principal, o al menos eso es lo que dice el diccionario Usual Larousse. También es muy parecida a la definición que en primaria nos daban los profesores que usaban esta actividad indistintamente, ya como tarea, ya como quehacer dentro del horario de clases mientras a ellos los llamaban en dirección. Resumir es una actividad tan ninguneada por alumnos y profesores que pierde su valor. Una exploración un tanto más ociosa y por ende profunda de lo que esto implica pueda servirnos para dar un mejor y justo lugar al empleo del resumen. En primer lugar hay que recordar para qué nos ponían a resumir largas lecciones de historia, biología o física. Los maestros creen que de este modo podemos recordar mejor lo que se está estudiando. La memoria es la almohadilla mejor estimada por los docentes. Pero la memoria es selectiva.

Lo que deberían enseñarnos antes de resumir es a elegir lo mejor, lo más útil, lo exclusivamente necesario, pero para poder lograr esto lo primero que debemos saber es de qué está hablando el texto. La sustancialidad de la idea es la forma que no debemos perder en nuestro intento por economizar el tiempo. Encontrar la idea principal no es tan fácil como uno pudiera pensar, aunque hay varios modos de rastrearla: por ejemplo, si vemos que el autor repite constantemente una palabra e intenta dar definiciones de ella, podemos advertir que esa es una idea importante (aún no la principal) dentro del texto; si además observamos que el autor desglosa en partes un término, entonces debemos regresar o esperar a encontrar ese término del que se derivan tantas acepciones, según el escritor considere necesarias. Resumir es un acto de entera cacería y de ensayo, pues uno mismo va probando si es o no es ésta la idea más importante. Una vez que se ha llegado al afortunado y esmerado encuentro con la médula del escrito lo que sigue es de una dimensión casi atormentadora para el incauto y aún para el experimentado resumidor. ¿Qué debo quitar de esta unidad para conservar la forma original? Otra forma de preguntarse esto es ¿qué debo hacer para traer hasta mí el sustrato vivo de lo que hay aquí? ¿Cómo elegimos?

Resumir es elegir para conservar la ‘auténtica’ forma de un argumento. Pongámonos en contexto. Debo elegir lo que se queda y lo que se va a fin de no mermar la estructura que sostiene el pensamiento. En este caso, elegimos una vez que sabemos cuál es el quid de lo que estamos tratando y que tenga coherencia. Pues se puede incurrir en el caso de tener coherencia sin sustancia. Aunque también tener la sustancia no implica que sepamos organizar la información en un menor espacio. Por ejemplo, el famoso escrutinio que hace el barbero y el clérigo en la biblioteca de Don Quijote, atiende de una manera falsa a la enfermedad del hidalgo. Se tiene coherencia al afirmar que los libros de caballería enloquecieron a don Alonso Quijano, pero no al pensar que haciendo la selección y quema de éstos el famoso caballero se sanaría. Los escrutadores no entendieron la sustancialidad de las palabras, o mejor dicho, dónde residía su vitalidad. Se puede elegir mal por no saber de qué se está hablando.

Pero esto es relativamente fácil en un libro de texto, en el ejemplo de Don Quijote la complicación sería ¿Quién es don Quijote? Y ¿Cómo lo destruimos (sanamos)? Por complicaciones como éstas, es difícil hacer una biografía de un personaje tan complejo como lo intentó hacer Cervantes, y aún más hacer el resumen de una novela. Ahí el resumen es casi imposible, pues hasta la mínima descripción es importante para la trama de la vida del personaje. La reseña sería más pertinente en el caso de las novelas. Pero para poder reseñar, hay que hacer uso de las facultades que en el resumen encontramos, tales como la selección y el cuestionamiento, además de la revaloración, la comparación y el análisis.

Javel