Farol

“¡All in!” Gritó Justino con el pecho lleno de alegría. En su mano descansaban una jota y un diez de corazones que completaban la Flor que descansaba en todo su esplendor sobre la mesa. El ambiente era tenso, y los doscientos dieciséis mil dólares que había sobre la mesa eran suyos, absolutamente suyos. Su oponente lo miró y sin dudarlo, igualó la apuesta. En su mano solo tenía un lastimero par de reyes; sin embargo, sus hombres se encargarían de que Justino no dejara el Barrio Chino sin pagar una cuota de salida.