Eran trazos largos, afilados y demasiado tristes los que pintaba esa crayola negra sobre la hoja de papel. Nadie creería que ese círculo dibujado representaba una cara sonriente. Era lo de menos lo que pensara la gente, tenía que hacer otros cien dibujos similares para que sus conciudadanos los vistieran a modo de máscara, para después ir a alistar los fusiles y las granadas. Todos estaban impacientes porque la revolución enmascarada comenzara.