Casi nadie se imagina lo que es vivir diez años con dolor, no importa el lugar donde éste aparezca ni la intensidad que tenga. Lo que importa es que sea día, noche, madrugada, está ahí presente. Lázaro no pudo soportarlo más: desde un principio, la medicina le había garantizado que la enfermedad no lo mataría; sin embargo, no podía hacer nada contra el dolor. Harto de una vida así, tras diez cansados años, maldijo el momento ya para entonces muy lejano en el que decidió vivir. Luego jaló del gatillo y se sintió libre para siempre.