La blancura de la hoja se impone cuando la tiranía se limita a mandar desde el silencio, cuando por economizar en el lenguaje se deja sólo el espacio para el elogio y se hace a un lado la crítica del momento. Bajo la consigna de ahorrar, lo primero que se ahorran son palabras, si es que estas vienen de los labios de los detractores o de quienes podrían llegar a hacerlo.
Lo primero que hace un tirano que desea consolidar su poder es limitar a la posibilidad del habla, economizando lo más posible en cuanto a la variedad de las voces que se han de escuchar en el ágora, la austeridad en la crítica se transformará en abundancia en el elogio y al tirano perfecto le gusta economizar a la voz de “silencio en el ágora señores porque el mandatario va a hablar de amor , abundancia y paz”.
Maigo.