Fácil es perder lo poco que se tiene cuando de antemano se da todo por perdido. En ocasiones los tiranos buscan la aceptación de aquellos sobre los que posan sus garras al exhibir como peores las condiciones que ya se estaban viviendo y al culpar a otros por algo que ellos mismos fueron ocasionando por debajo del agua, el juego consiste en mostrarse después como salvadores únicos de la crisis ocasionada.
Julio César provocó una guerra civil que dividió a Roma, después inició guerras en el exterior para unificar al pueblo que ya había dividido, pero no fueron tan fuertes como para preservar su vida.
Julio César buscaba ser rey después de nombrarse dictador vitalicio, y aunque tres veces rechazó la corona que le ofreciera Marco Antonio, tres veces confirmó las sospechas de quienes defendieron a la República, entre ellos su adoptado hijo.
Julio César murió en el Senado a manos de sus compañeros, la muerte la causaron las catorce puñaladas y la traición que él mismo le hizo al pueblo. En la guerra civil difícilmente se distinguen el amigo y el enemigo.
Algunos tiranos, seguidores del César, ocasionan crisis, a veces inician sólo con el nombre, buscan con esas crisis afianzar su poder, lo malo de todo esto es que limitan su existencia sobre la tierra y dejan la crisis ocurriendo en ella.
Huele a cadáveres y banca rota, huele a nuevos regímenes gatopardianos, que mantendrán las cosas en mal estado para los pobres ciudadanos, ya sea de Roma o de algún otro Estado.
Maigo.