De la administración de los bienes propios

La publicidad funciona perfectamente en las personas que no saben qué necesitan para administrar su hogar. Podría ser que necesiten accesorios para limpiar, entre los muchos que hay, o cierta clase de alimentos, entre las infinitas variedades de lo que se vende y se puede preparar. No importa si no cuentan con demasiados recursos, estos siempre deben ser administrados, saber qué se necesita comprar. Constantemente la gente que cuida su dinero, los que no son tacaños, se preguntan si lo han gastado bien, si no deben de comprar tantas prendas o tantos aditamentos para su hogar sin los cuales podrían estar bien. Quizá esa sea la pregunta que debieron hacerse antes de comprar: ¿para qué gastar dinero?

Las actividades que realizamos, lo propio de cada uno, ayudan a vislumbrar cuáles son los productos que necesitamos comprar. Una computadora con el mejor procesador y la mejor tarjeta de video para quien sólo va a escribir en ella e interactuar en sus redes sociales es un gasto exagerado. Inclusive resulta un gasto perjudicial si se tiene en cuenta el motivo por el cual se compró. Algo semejante pasa cuando se compran celulares de gama alta. En nada nos benefician ese tipo de gastos; son un error en nuestra propia administración. Montaigne dice, en el siglo XVI, que a su padre le parecería muy útil que hubiera un catálogo donde se ofrecieran productos y trabajadores para quienes los necesitaran. Todos necesitamos trabajar y comprar. Lo complicado es saber qué trabajo nos hará bien, así como qué productos nos podrían hacer bien; parece fácil saber qué trabajo y qué cosas nos perjudican. Aunque, ¿es bueno para nosotros realizar actividades de las cuales no tenemos claridad si su finalidad será justa o injusta? Un periodista al que le mandan cubrir la conferencia de prensa de un grupo de empresarios que decidieron parar una obra billonaria, ¿está actuando como propagandista de dicho grupo o como su agresor si no sabe si dicha obra estaba teniendo un buen o mal impacto? Tomar una postura, sólo tomar partido por un extremo, no puede ayudarle a entender la justicia o injusticia de su acción.

El mayor problema de la administración es el de las propias aptitudes. El no saber qué es lo mejor que uno puede hacer en beneficio de los demás es como estar malgastando el dinero. La mayor dificultad de ser empleador es ignorar los talentos de los empleados. Es fácil malgastar el dinero, aunque es más fácil malgastar el talento.

Yaddir