El blanco de los ojos

Secos se arrastran los ojos,
pedrosos, sedientos,
sin gota de luz de lo humano,

 

por yermos de tribus silvestres,
de sal y de espinas,
que crecen de sombra a la sombra,

 

que callan los cuentos del llano y
olvidan las obras,
de huesos que lo rellanaron.

 

Calcios se arrastran los ojos,
por ese anfiteatro,
sin foco o color, más que el blanco;

 

prueban sus fuerzas cansadas
cruzando corrientes
de alientos de hez y amoniaco, y

ya, de insolados, deliran
que beben justicia,
de pozos de rabia estancada y
con cada bocado se colman
de clara, sin voces, arena,
que clora del párpado al iris.

 

Blancos, se arrastran los ojos,
velando esperanza
de que haya algún día quien los mire.