Se ha puesto de moda una película mexicana: Roma. Decir que se ha puesto de modo, en estos ruidosos tiempos, es lo mismo a decir que ha despertado simpatías y antipatías. Que está muy aburrida, que la fotografía es magnífica, que la historia reivindica las raíces mexicanas, que no las reivindica sino que romantiza la servidumbre. Los expertos tuiteros han hablado, y, como en casi todo tuit, sin dar ninguna razón. Los tuiteros, conocidos por tenerse ojeriza entre ellos, se han sumado a cada uno de los respectivos bandos; aquellos que no saben si la película les gusta o les disgusta, tienen dudas al respecto de la historia, no importan para la red social, pues no pueden generar tendencias. Los bandos, aunque nadie pueda creerlo, han existido desde que a Twitter y a cualquier red social se infiltró el fantasma del partidismo, esto fue aproximadamente desde que en ese lugar cibernético se empezó a sumar una masa considerable de usuarios; los partidismos han existido desde el principio de las organizaciones mismas. No importa si se discute de feminismo, machismo, aborto, derechos animales, tauromaquia, siempre se generan bandos con ideas más o menos establecidas e insultos programados. Algunos han querido sintetizar cualquier partidismo sobre cualquier tema con el eslogan: lo tuyo es malo y lo mío es bueno por eso tú estás mal y yo bien. La razón por la que no existen videojuegos de discusiones es porque eso ya se logra en la red. De cuando en cuando, las opiniones no se quedan en palabras binarias, sino asaltan a la realidad con la misma simpleza con la que fueron tecleadas. Hace poco se atacó a un magistrado mexicano con el pretexto de que su sueldo, como el de todos los magistrados, era más de tres veces superior al del presidente y en la Constitución estaba indicado que nadie podía ganar más que éste. Los descontentos no cesaron ahí, pues las protestas afuera de la Suprema Corte continúan pese a que los internautas ya se hayan entretenido con las opiniones y memes generados por una película. Quizá los magistrados pacten con el responsable de las protestas o apuesten a que otros eventos distraigan la atención de los ansiosos internautas; esperan que algún otro tema, como la molestia del recorte al presupuesto destinado a las principales universidades públicas, desvíe su atención y los haga protestar en otros lugares y en otras instituciones. Pues, quizá supongan, de todos los temas polémicos nunca se aprende nada: los animalistas seguirán protegiendo a los animales con el mismo ahínco con el que los espectadores de la fiesta grande disfrutarán de la temporada grande; se seguirán atacando entre las feministas más radicales y los machistas más agresivos; difícilmente alguien cambiará su posición respecto a la interrupción legal de la vida.
Yaddir