Me causa miedo tener que comer doce uvas en un santiamén. Pienso que podría ahogarme con ellas si no veo antes por qué las como. Es como pensar en un propósito, en ningún caso podría comerlo por comerlo, antes debo pensarlo, ver cuidadosamente qué pido para saber si puedo acercarme a su cumplimiento. ¿Cuántos propósitos de los que uno mismo se establece se cumplen? La locura irradia cada que llevamos una uva a la boca. ¿Habrá planes para saber cómo se come con cuidado un propósito?, ¿se comen porque es bonito creer que están dentro de nosotros y, en cualquier momento, saldrán? Pero los propósitos ya no se ven igual una vez que salen. En menos de un mes se pueden olvidar todos los propósitos. Sería mejor tener un gran propósito, en lugar de los tradicionales doce, pero que fuera posible. Sería mejor preguntarnos de lo que somos capaces. Lo mejor sería que el comer uvas para empezar el año fuera un ejercicio de autoconocimiento.
Yaddir