Lectura de la lectura

Constantemente los educadores se ven aquejados por una pregunta: ¿cómo incentivar la lectura? Pues se supone, y no sin razón, que los libros acompañan y fortalecen la educación en cualquier especialidad. Hay libros de todos los temas, sobre cualquier aspecto, por muy específico que sea, que le ataña al alma humana. Así como existen personas de almas muy específicas, con muchas sutilezas, existen libros muy específicos y sutiles. Por ello, quizá, Cervantes humaniza a los libros en el famoso escrutinio a la biblioteca de Don Quijote. También hay libros cuya simplicidad sería difícil encontrar en la realidad. Los libros nos permiten conocernos así como conocer lo que nos atañe.

Pero para que la lectura sea central en la vida, no sólo se requiere volverse caballero andante, simplemente se necesita aprender a leer. Y no me refiero al acto de identificar las letras, juntarlas para ver palabras, cuyo significado presumiblemente deberíamos saber, y juntar las palabras entre sí para ver el sentido que tiene lo leído. Me refiero al acto de pensar lo que el autor de algún gran libro nos conduce a pensar; y, tal vez después de mucho reflexionar, a entender lo que ese autor entendió del modo en el que lo entendió. Este esfuerzo sólo vale cuando un texto nos dice algo importante, vital. Para llegar a entender los temas, los problemas, las preguntas, como un escritor los entendió, hay que leer de modo cuidadoso. Hay que preguntarse constantemente, en una novela, por ejemplo, por qué la narración comienza de una manera y va siendo conducida por ciertas escenas; por qué tales personajes son los centrales; por qué en tal escena aparecen los dos protagonistas juntos; por qué un capítulo se nos habla de uno de los dos personajes principales y el siguiente del segundo; entre otras muchas minucias que muestran el arte narrativo del escritor. Los educadores tienen una ardua tarea si quieren enseñar a leer; quizá hasta una doble tarea. Pues el principal educador es el libro.

La estrategia para incentivar la lectura en México, propuesta por el presidente y por Paco Ignacio Taibo II, quien oficialmente es gerente editorial, parte de dos ideas: los libros deben ser accesibles para todos y el estado debe controlar los precios de los libros. Contra la primera nadie estaría en desacuerdo, quizá sólo se le añadirían detalles de operación, que si conviene más poner bibliotecas en lugar de librerías o hacer algo así como una biblioteca andante; que si el papel debe ser muy barato o simplemente reciclado, entre otros muchos detalles. Pero si para lograr lo anterior se deben reducir los precios de los libros, de editoriales públicas y privadas, la injerencia del estado se anuncia poco halagüeña. Si para tener libros baratos, a partir de 10 pesos (aproximadamente cincuenta centavos de dólar), el estado debe subsidiar a las editoriales privadas y públicas, entonces el estado podría tener control de los contenidos que se publican. AMLO, el presidente de México, ha escrito bastantes libros que justifican sus ideas políticas. Paco Ignacio Taibo II es famoso por sus filias marxistas. Se podría prever que su estrategia esté teñida por la ideología, que quieran publicar, con la proyección de todas las editoriales que trabajan en México y en millonarios tirajes, la justificación a las ideas, proyectos y acciones del régimen. Quizá AMLO quiera que sus libros sean tan leídos como el Libro Rojo de Mao Zedong. A su vez, podrían decidir qué textos no se deben publicar por ir en contra de las ideas régimen; si algún periodista no se alinea con el patrón, se le podría castigar con la censura. Si esto pasa, ya no habría posibilidad de que hubiera lectura cuidadosa. La lectura serviría para adoctrinar. Ya no se podría educar mediante la lectura.

Yaddir