Don Paco, servidor de la nación

La Estrategia Nacional de Lectura enciende, mas no promete. Presentada ante una multitud, en el ardor del templete, las buenas intenciones se lucen por sí misma. Las demostraciones son prescindibles. Previamente aquí se ha levantado la sospecha sobre la opacidad del programa. Sin detalles ni lineamientos, el imperativo se sostiene en el entusiasmo. La bondad de la lectura no necesita justificación; será bienvenida siempre una acción gubernamental si la promueve. Nadie tendrá la moralidad para denunciar un programa que invita a leer entre la población. En este gran umbral, criticar el programa es visto fácilmente como un acto apátrida e inmoral. La crítica es avistamiento de doblez; buscarle tres pies al gato por molestar y hasta sabotear. El ejercicio intelectual es reducido a politiquería.

El volumen de publicaciones no garantiza ni promete hábitos de lectura. Aunque el Fondo presuma haber ganado más en un día que en tres años (lo cual es fácil pregonar…) o tener incrementos de 8.3%, si lo que se persigue son nacimientos en la República de Lectores, no tienen significado alguno. Se ve más probable el boom de bibliófilos. La rebaja de precios pretende renovar al atractivo de muchos títulos. Que la falta de dinero no sea razón para que el lector no encuentre la obra que cambiará su vida, o para que al futuro novelista no le sea vedado su despertar artístico, o para que el futuro historiador no sienta el fervor por su pasado. Sin embargo, estas predicciones se quedan en polvo de estrella. Estorba más la opacidad en la toma de decisiones de la empresa cultural. Respecto a los libros de cincuenta, no se sabe el porqué de la selección. La nueva colección anunciada, Vientos del pueblo, por su nombre, puede adivinarse también su derrotero.

El criterio para reeditar es un agudo problema en las editoriales. Se satisface a unos lectores, se deja insatisfechos a otros. Los lectores de Fulanito celebran que vuelva a salir su obra completa, los lectores de Sultanito se quejan y reprochan hacia sí. Las ideas políticas subrepticias en el equipo del Fondo complica todavía más el desbalance. El visto bueno personal acaba siendo el visto bueno para el público. Si bien es cierto que habrá obras rescatadas, otras seguirán sin ser reeditadas. Algunos títulos no morirán, pero sí serán sofocados. Perdieron su turno en la fila de espera. En La superación tecnológica del libro, Zaid resalta que el mercado de los libros permite la variedad de nichos. A diferencia de los medios masivos, v.g. el cine, la producción de libros puede cubrir la demanda variada y seguir siendo rentable. Sin un criterio claro de reedición, insuflados por el nacionalismo, esta virtud será negada.

Las afectaciones comienzan a verse con la revista El Trimestre Económico. Ya fue anunciado que el neoliberalismo será combatido desde sus páginas (flamante declaración en Aló Taibo: «vamos hacer un comité editorial nuevo, distinto al que había, ahí va a haber, como dijimos en una de nuestras reuniones, del keynesianismo hacia la izquierda. Lo que está a la derecha del keynesianismo es neoliberalismo, y ése, en principio, no lo vamos a publicar, excepto para debatirlo. Podemos publicar artículos, pero que lleven ahí mismo su argumento en contra […]»). Cabe recordar que Don Paco también fue parte del colegio-formador de cuadros para el partido reinante. Este antecedente le da otra profundidad al ritualismo del juramento hecho en la Biblioteca Ignacio Altamirano; no vaya a ser que los educadores desistan de su participación en la coyuntura nacional. Primeros los intereses, luego la formación; o más bien, no hay formación sin intereses. En vez de hacer al FCE una empresa rentable con una oferta atractiva, parece convertirse en un brazo operativo de la Secretaría de la Cultura. Pieza clave de la Cuarta Transformación. Dejan muchas dudas la Estrategia Nacional de Lectura y los trabajos afanosos de Don Paco cuando en el mismo gobierno se han demolido otros esfuerzos a favor de la lectura y comunidad. Huele a hipocresía, y causa mucha tristeza que el FCE esté en medio de todo.

Notas al margen: En sintonía, Guillermo Sheridan habla sobre la resurrección José Mancisidor.

Entre las musas y la memoria

Las musas llegaron, puntuales como siempre.

La memoria estaba atenta a las palabras que ellas dictaban, tal vez de nuevo recordaríamos a un tirano, tal vez de nuevo veríamos a las fuentes de la palabra.

Todo parecía perfecto para que a tiempo se publicara, pero la vejez y las distracciones, llamadas ocupaciones no ayudaron para nada.

Maigo

Precisiones inútiles; especulaciones útiles

Hay quien dice que nunca dejamos de aprender. Tiene sentido al ver a los adultos mayores estudiar idiomas o alguna carrera de índole universitaria. Pero la frase podría llevarse más lejos considerando ¿qué es lo que aprendemos a lo largo de la vida? No toda la vida estamos en la escuela suponiendo que alguien que sabe algo que no sé me puede enseñar algo que considero, al menos así me lo han hecho creer, importante. ¿Qué queremos aprender? La pregunta no sólo nos lleva a sopesar los saberes especializados, sino aquellos que no se pueden enseñar. No se me ocurre que, por ejemplo, nos enseñen a calcular la distancia entre una persona y yo al caminar para no chocar si vamos caminando excesivamente rápido o a quién hay que pedir consejo; resultaría imposible que nos pudieran enseñar en cuáles personas se puede confiar y en qué otras no. Sé que algunos que dicen saber que saben, sólo porque estudiaron en una institución que presume sapiencia, me podrían decir que los saberes mencionados carecen de precisión; que en algunos lugares no enseñan a calcular distancias sin herramientas, pero en muchos sitios sí pueden medirse las distancias con una precisión que ningún humano posee; que las clases de civismo o de valores nos enseñan reglas que pueden ser ejecutadas en la práctica como los mejores consejos (cuando se sabe que quienes más saben de leyes no siempre son los más justos). Nadie puede negar que esos saberes, los llamados imprecisos, son útiles y mucho más importantes que los que podrían enseñar en cualquier universidad. ¿Qué sería mejor aprender o intentar aprender?, ¿Es mejor intentar aprender lo que nos permita vivir mejor aunque carezcamos de unos lineamientos para aprenderlo que acumular aquello que depare éxito y precisión?

Yaddir

Intento de completar «tan bella gacela»

 

A principios de este mes, Námaste Heptákis lanzó el reto de terminar el incompleto ghazel que, según nos cuenta su sospecha, compuso la más famosa de las ya desconocidas pérfidas de Córdoba. Aquí comparto mi respuesta a su reto:

 

Moriré esperando la dicha
de celar a las rosas contigo,
recorrer el jardín como amigos
perfumando las flores sin prisa.

Nuestra luna sería el testigo
de los besos, abrazos y risas;
y en tus brazos mi vida, clarita,
rubicunda se haría con su abrigo.

Mi suspiro engañado imagina
que pasea disuelto en el tuyo
escondido por esa divina

ilusión con que tú y yo quisimos
burlar la mirada de inquina;
o quise: hoy soy, ayer fuimos.

 

الغزال

Plebiscito

Querido día de la Bandera, en este día mágico de la Patria, quiero que me traigas una cosa muy especial.

Hablaré en el más sincero tono de mis intereses políticos. Seré breve, porque más que un texto serio, éste, es una carta de deseos por cumplir. Esta semana escuché un rumor acerca de que uno de mis sueños de juventud estaba por ser realizado y quiero expresar en esta entrada mi gozo, alegría, ilusión de que eso llegue a suceder. Pero depende del pueblo sabio que suceda. Así que, la bandita rocanrolera, ¡rífense!, ¿no?

Si algo ha de hacer el pueblo sabio en este sexenio. Si algo le voy a estar agradecido por motivos de lo más personales y egoístas es que quite de una vez por todas el cochino Horario de Verano. ¡Ay cómo lo Odio!
Gracias por leer, mis caprichos y mis berrinches.

Demografía del limbo

 

Demografía del limbo

En el limbo se vuelve visible el problema entre piedad y sabiduría. Tan visible como algo lo puede ser en un no-lugar. Tan visible como de ello nos permitan ver los recatos del poeta. Hablo, ya lo habrá notado el lector, del canto IV del Infierno, del poeta llamado Dante, de la perfección conocida como Divina Comedia.

         Hemos de comenzar señalando que el limbo sólo puede ser un no-lugar en la medida en que el problema entre sabiduría y piedad es irresoluble. O lo que es lo mismo: la única solución posible al problema entre piedad y sabiduría se encuentra en el lugar de Tomás de Aquino en el Paraíso (cielo del Sol, canto X). El limbo sólo puede ser un no-lugar porque es imposible. De ahí las declaraciones dogmáticas recientes en torno a él. De ahí la presentación dantesca del mismo: Dante declara su sorpresa ante el miedo de Virgilio frente al limbo; Virgilio nos advierte que quien se aterra por el limbo confunde el temor con la piedad. No es posible temer por los personajes del limbo en tanto los juzgamos con justicia. Temer por los personajes del limbo supone la condena de los mismos, la disolución —no solución— del problema entre la sabiduría y la piedad. En el limbo aparecen los sabios que no encontraron salvación. Temer por los sabios es suponer que la vida del sabio no es la mejor o que la sabiduría podría no ser buena. Quizá la piedad por los sabios no salvados sea preguntar por el problema entre la piedad y la sabiduría.

         Sé que mi acercamiento tiene un claro problema: ¿cómo afirmar que para Dante es un problema el de la sabiduría y la piedad, si no lo presenta explícitamente? Podría responder cabalmente señalando que lo explícito torna tácito en lo imposible. Aunque preferiré argumentar que Dante sí presenta el problema y nos ayuda a entenderlo. Que la presentación no es explícita lo indica Dante cuando afirma, en su plática con los poetas, que es bello callar ciertos temas. La Comedia es un poema; la belleza del poema resuena entre sus silencios.

         El total de los no salvados mencionados en la descripción de Virgilio es de treinta y nueve. Exactamente a la mitad de la enumeración, la vigésima mención, aparece Sócrates. ¿Acaso no es Sócrates la prueba más dramática del problema entre piedad y sabiduría?

         “No prueba nada”, podría decir el lector. “La sola lista no es silencio de Dante, sino alharaca tuya”, podría acusárseme.

         En el limbo, Virgilio hace cuatro enumeraciones: quienes fueron salvados por Cristo en su descenso a los infiernos, los poetas, los virtuosos y los filósofos. La única enumeración en que aparecen todos los nombres es la de los virtuosos. Sólo de quienes lograron la gloria humana no se silencia nombre alguno. Por lo demás, Dante silencia. Aunque no pruebo todavía que su silencio habla del problema de Sócrates.

         La lista de quienes fueron salvados comienza silenciando el nombre del primer hombre; como la lista de los filósofos silencia el primer nombre. Pero más importante es el silencio mayor de la primera enumeración. Después de nombrar a Jacob, Virgilio dice “con lo padre e co’ suoi nati”. Silencio importante. Importa que el lector note que la lista calla lo sonoro, pues el patriarca no nombrado lleva un nombre que significa “carcajada de Dios”. El poeta calla. Silencio importante. Importa que en un solo verso se callan trece nombres. No hablemos del simbolismo del número trece, veamos que con los trece la lista asciende a veintiún nombres. Iguala en extensión a la lista de los filósofos. De las cuatro enumeraciones, las de los extremos tienen la misma extensión. El poeta calla la comparación entre los filósofos y los santos: el problema entre piedad y sabiduría.

         El silencio mayor de la enumeración de los santos, empero, apunta a algo más: otra modalidad del silencio de Dante. Trece es a ocho como veintiuno es a trece: razón extrema y media. ¡La lista de los santos guarda proporción áurea! Medida divina para quienes lograron la salvación.

         ¿Podemos decir ahora que ya escuchamos el silencio de Dante? La segunda de las enumeraciones apunta precisamente a eso. Virgilio nombra a cuatro poetas y Dante nos presenta a los poetas conversando, conversando con Virgilio y Dante. Precisamente en la presentación de la conversación el autor nos advierte de la belleza del silencio: se presenta que conversaron, se calla qué conversaron. Si no notamos el silencio, la segunda enumeración agrupa a cuatro. Si notamos el silencio, los poetas son seis. Sólo si hacemos el esfuerzo de escuchar el silencio de Dante, la segunda enumeración es de siete. Siete es la clave para entender a los personajes del limbo.

         La tercera enumeración es de catorce personajes. Su proporción respecto a la segunda enumeración es de 2/1. Si reunimos las enumeraciones segunda y tercera y las ponemos en relación con la cuarta (en tanto que es el conjunto de personajes del limbo, de los no salvados), tenemos una proporción de 3/2. Si atendemos a la última indicación sobre los personajes del limbo, el primer grupo -cuyo silencio estamos escuchando- se divide en dos partes desiguales, se obtiene la proporción 4/3. Lo que nos lleva a considerar que 2/1, 3/2 y 4/3 constituyen las proporciones de la escala musical pitagórica: octava, quinta y cuarta, respectivamente. Sus elementos: 1, 2, 3 y 4, forman el tetraktys, base de la numeración decimal (1+2+3+4=10) y de las propiedades aritméticas de las figuras geométricas (crecimiento proporcional a partir del gnomon). ¿A qué nos lleva todo esto?

         En el limbo se contrastan dos tipos de proporciones: la de la escala musical y la divina. La primera corresponde a quienes no se han salvado, pero tampoco se han condenado. La sabiduría es una perfección humana que no garantiza la salvación. La sabiduría no condena; sólo Dios salva. El contraste entre estas dos proporciones es el modo en que Dante muestra el problema entre la sabiduría y la piedad. La sabiduría humana puede alcanzar la belleza perfecta de la música, pero aun así no es el coro de los ángeles. La salvación sólo es humana por Cristo, sólo posible si fue verdad lo imposible: Dios murió como hombre. Piedad y sabiduría se entienden a partir de la comparación de proporciones incomparables. Por ello, comparando los dos listados de veintiún personas, Sócrates aparece como la contraparte de Abel. Tanto Caín como la ciudad matan; la maldición sólo cae de un lado, aunque la ciudad es fundada por los cainitas. Platón, por cierto, se contrasta con Noé: a veces la filosofía es un arcano y difícil la comprensión de lo posible. ¿O no?

Námaste Heptákis

 

Escenas del terruño. 1. Qué suerte, caray. Un helicóptero se accidenta demasiado perfectamente. Un ducto de gasolina explota en el momento más oportuno. Un niño broncoaspira y muere en una estancia infantil precisamente cuando se cuestiona la viabilidad de las estancias infantiles. Y ahora, «el crimen» asesina a un activista opuesto a la consulta popular que hoy se está realizando. El régimen más suertudo. Ni duda cabe. 2. Si todo fue tan negociado, ¿cómo llegamos al resultado de la semana pasada? 3. Desde el Estado se coordina la venganza; ahora la crueldad y el linchamiento son institucionales. 4. Celebran que se llegó a un acuerdo unánime. ¿Se acordó lo mejor? No, pero celebran que no pasó lo peor.

Coletilla. «Hay sabios que dicen más con su silencio que con su palabra”. Ignacio Solares

Ensayarse

Ensayarse

Si comprender la naturaleza fuera cosa sencilla, todos tendríamos iluminación plena para reconocer nuestra propia humanidad. La experiencia nos hace ver que eso no puede ser sólo cuestión abstracta, que el reconocimiento natural de la idea tiene siempre mucho qué decirnos, además de otorgarnos lo común para el sentido, que el erotismo es rasgo inequívoco de la metafísica. Tal vez por eso la palabra “platónico” haya terminado en sombra de lo ideal, que para nosotros los inexpertos es lo mismo a lo imposible. ¿Qué hay sujeto a reglas estrictas en nuestro descubrimiento? Preguntar esto no me hace un escéptico de lo universal: no toda posibilidad de pensarme como ente incompleto me revela también como sujeto de juicios atómicos. No sé todavía cómo definir el erotismo. El enigma no se aclara con mucha experiencia de encuentros deseados. A veces uno no sabe qué es el otro sin ver en uno mismo, y el misterio de uno mismo nos mantiene unidos a esa cosa deslumbrante que es el deseo. No siempre ha de ser de un fulgor apabullante para ser perceptible; no siempre ese ardor de las alas es un termómetro movido por los cuerpos. La experiencia me dice que incluso para lo bello se requiere ver que la naturaleza no es sólo vanidad o mera exaltación. Si lo bello es deseable, lo es por ser inteligible, aunque eso también implique una soledad inabarcable que no estemos dispuestos a contemplar. Sólo nuestra naturaleza puede trazar la línea que divide la ignorancia del autoengaño.

 

Tacitus