Transmutar

Había salido de sus entrañas. El experimento que comenzó como un sueño de la infancia, había sido todo un éxito. Los dedos de la criatura tenían la forma perfecta de tentáculos, con ventosas y toda la textura viscosa. Sus ojos, más que un espejo de su alma, eran una tabula rasa, blanquecina y dura, carente de pupilas y atención. Su cara era pequeña, casi casi humanoide, de no ser por su alargada trompa y ausencia de mejillas, bien podría ser tan bello como cualquier actor de Hollywood. Sus alas empapadas de sangre y orina, estaban listas para volar, pero se movían lentamente, con torpeza e inexperiencia, pero tenían toda la fuerza (una vez secas) de levantar ese cuerpecillo musculoso completamente humano. Seguramente todos hemos visto esos bebés alados que llaman querubines, pero esta blasfemia, correspondía en su esencia a la genial idea del doctor Chávez de crear el suyo propio, genéticamente manipulado y e incubado en su propio vientre.

El orgullo le duró muy poco tiempo, no porque el parto de aquél hombre hubiera sido letal. No, eso estaba más que planeado: Vicente sabía que moriría, pero dejaría en el mundo un ser perfecto, a su imagen y semejanza. Su propio querubín que velaría su cuerpo muerto y daría testimonio de la grandeza de su arte. «Mamá» fue la palabra que escupida por esa voz metálica, fría e impía; utilizó la criatura para helar el alma de su creador, que desde el suelo, cubrió su rostro lleno de vergüenza. No podía probarlo, y no había mucho tiempo más de vida, pero sabía, que aquél querubín, no le había llamado así por amor o agradecimiento. Sino que lo había dicho con la más calante y burlona intención. Fue en ese momento en el que entendió, que aquél no era su hijo, y que su creación a pesar de haber nacido de su vientre, no lo había convertido en una auténtica madre.