Ensayarse
Si comprender la naturaleza fuera cosa sencilla, todos tendríamos iluminación plena para reconocer nuestra propia humanidad. La experiencia nos hace ver que eso no puede ser sólo cuestión abstracta, que el reconocimiento natural de la idea tiene siempre mucho qué decirnos, además de otorgarnos lo común para el sentido, que el erotismo es rasgo inequívoco de la metafísica. Tal vez por eso la palabra “platónico” haya terminado en sombra de lo ideal, que para nosotros los inexpertos es lo mismo a lo imposible. ¿Qué hay sujeto a reglas estrictas en nuestro descubrimiento? Preguntar esto no me hace un escéptico de lo universal: no toda posibilidad de pensarme como ente incompleto me revela también como sujeto de juicios atómicos. No sé todavía cómo definir el erotismo. El enigma no se aclara con mucha experiencia de encuentros deseados. A veces uno no sabe qué es el otro sin ver en uno mismo, y el misterio de uno mismo nos mantiene unidos a esa cosa deslumbrante que es el deseo. No siempre ha de ser de un fulgor apabullante para ser perceptible; no siempre ese ardor de las alas es un termómetro movido por los cuerpos. La experiencia me dice que incluso para lo bello se requiere ver que la naturaleza no es sólo vanidad o mera exaltación. Si lo bello es deseable, lo es por ser inteligible, aunque eso también implique una soledad inabarcable que no estemos dispuestos a contemplar. Sólo nuestra naturaleza puede trazar la línea que divide la ignorancia del autoengaño.
Tacitus