Amistad y movimiento
A Cor,
tan él.
Quizá la mejor amistad sea siempre un misterio metafísico. Si limitamos la comprensión de la amistad a la experiencia sentimental, ningún misterio genuino permanecerá más allá del gusto y la utilidad en su sentido más lato: todos saben que es sencillo llamar amigos a aquellos que comparten nuestros gustos, a aquellos con quienes tenemos intereses en común. Digo que no hay misterio por la evidencia cotidiana de la necesaria temporalidad de los intereses o la contingente diversidad de los gustos. Tampoco es mucho el misterio que subyace en quien afirma con la inmediatez del entusiasmo la perfecta amistad aristotélica: claro que es la mejor, pero sólo porque es la única posible. El problema es que regularmente la afirmación de la perfecta amistad aristotélica oculta su misterio. Suponiendo que la filosofía sea posible, ¿cómo podrían amistarse dos filósofos? Que la amistad de dos hombres pueda ser filosófica únicamente podría afirmarse cuando no se trate sólo de la asociación en torno a un interés “filosófico” común o cuando la concordia no se agote sin más en un gusto “filosófico” específico. Para afirmar su existencia, la amistad filosófica ha de ser un misterio metafísico: que la contemplación silenciosa de la relación entre lo uno y lo múltiple encuentre su expresión común en la imagen perfecta que posibilite el discurso sobre la amistad. Permítaseme representar lo anterior con un poema.
En el número 143 de la revista Vuelta, de octubre de 1988, Octavio Paz publicó su poema colectivo “Poema de la amistad”, para conmemorar la muerte de su amigo Agyeya (Sachchidananda Vatsayan). Fue compuesto el 16 de noviembre de 1985 en Delhi, siguiendo las tradiciones de la poesía hindi y urdu. El primer verso fue compuesto por Paz. Los versos segundo y tercero son de Agyeya. El cuarto y el quinto versos fueron hechos por Shrikant Verma. El sexto pertenece nuevamente a la pluma del mexicano. La coda se presenta en tres formas, todas de dos versos y cada una compuesta por cada uno de los poetas. Copio el poema.
O.P. La amistad es un río y un anillo.
A. El río fluye a través del anillo.
El anillo es una isla en el río.
S.V. Dice el río: antes no hubo río, después sólo río.
Antes y después: lo que borra la amistad.
O.P. ¿Lo borra? El río fluye y el anillo se forma:
O.P. Vivimos entre olvido y memoria: este instante
es una isla combatida por el tiempo incesante.
A. La amistad borra al tiempo y así nos libera.
Es un río que, al fluir, inventa sus anillos.
S.V. En la arena del río se borran nuestras huellas.
En la arena buscamos al río, ¿dónde te has ido?
Podemos observar, inicialmente, que el poema presenta el problema de la unidad desde su composición. ¿Es un solo poema o son tres poemas? ¿La multiplicidad de finales es señal de la ausencia de amistad o prueba de la unidad en multiplicidad de los amigos? ¿Puede pensarse que la unidad lo mismo puede provenir de la amistad que del arte poético? ¿Acaso puede compartirse el arte poético? ¿Eso lo haría enseñable? ¿La amistad podría ser el producto de una técnica?
No creo que alcancemos claridad alguna en la interpretación del poema sólo manteniéndonos en la preocupación por su unidad productiva. Al contrario, debemos partir de la ejecución del poema, esto es de la convicción de que fue producido para ser leído como un todo. Claro, se trata de un todo en movimiento. Como si la representación de la amistad facilitada por el poema nos condujese a considerar a los amigos como una unidad móvil, no acabada. El poema muestra la relación entre amistad y movimiento.
El primer verso aparenta una definición al tiempo que simula un símil. Lo heraclíteo de “la amistad es un río” desborda el cauce de toda definición. Que la amistad no puede ser solamente un camino compartido es claro: caminamos y nos asociamos con muchos más; sólo con los amigos la asociación y el camino son secundarios, sucedáneos de lo más importante. Que la amistad no podría ser como el agua del río, así los amigos cambien mucho, es claro, pues el movimiento del agua y de los amigos tiene causas que no se agotan en sí mismos, ni agotan al río ni a la amistad. La amistad es un anillo, completitud cerrada, limitada en sí misma o limitadora; compromiso y acuerdo; testimonio y promesa. Mas de ser así, la amistad sería la producción artística de un símbolo. ¿De dónde proviene el sentido del símbolo? ¿De dónde la fuerza del río? ¿Por qué los amigos estarían sometidos a el movimiento que ordena el río o a la materialidad del anillo?
“El río fluye a través del anillo”: la definición aparente y el símil simulado encuentran su límite. El río se hace presente en su flujo; la amistad en su actividad. No hay anillo que selle a los hombres si primero no hay hombres. La amistad se presenta como el sello que en el alma plasma la actividad de los amigos. Aunque sabemos que el alma sellada podría ser una metáfora. Aunque casi nadie dude que los amigos conjuntan su actividad.
“El anillo es una isla en el río”, pues hablar de una actividad compartida es la forma de simplificar dos actividades. Cada amigo actúa en su propio movimiento vital. El misterio oculto entre el río y el anillo del primer verso es la isla del tercero. ¿Cómo es posible la comunidad?
Aparece la palabra: la comunidad es posterior al misterio: ¿hay algún camino entre la contemplación silenciosa y el diálogo? “Dice el río”. ¿Dice la fuerza vital? ¿Dice el cambio necesario? ¿Dice el hablar contingente? “Antes no hubo río, después sólo río”. Somos mientras hablamos. La fuerza vital se manifiesta de un modo especial en la palabra. No hablamos para compartir la contemplación silenciosa; los mejores hablan porque han contemplado. ¿Y qué son las demás palabras? Una cierta confianza optimista en el conocimiento del cambio: determinación demostrable entre un antes y un después. Como si la amistad fuese más clara en tanto pueda reducirse a la biografía, a una marca en la vida.
Por ello: “antes y después: lo que borra la amistad”. No hay producción de la amistad, ni del misterio, ni de la contemplación silenciosa; toda producción es posterior o anterior. Quien marca límites claros a su amistad o su pensar borra los vestigios: se sabotea y renuncia.
“¿Lo borra?”, nos pregunta el poema viéndonos de frente. “El río fluye y el anillo se forma”, nos contesta. Amistad y pensar son una actividad constante que produce constantemente sus formas: el anillo y el río. Los amigos, por eso, piensan continuamente en su amistad. Los amigos viven en el cauce de un río cuya fuerza los conduce siempre a otro lugar: no hay amigos que puedan permanecer iguales. Quizá la amistad sea la comprensión amorosa de nuestros cambios, los tuyos y los míos, los de los amigos. La amistad forma continuamente anillos para reconocernos, para no perdernos el rastro en el cambio. ¿Qué da sentido al símbolo amistoso? La posibilidad de reconocernos en el cambio; un poema con tres finales posibles.
A veces la amistad aparece como una isla, constancia paciente que permanece en el cambio. “Vivimos entre olvido y memoria” porque queremos asegurar el instante. A veces somos la isla que espera el reencuentro, la persistencia que testimonia el tiempo incesante. Sin misterio, espera vana; si hay misterio, claridad de la palabra como el sitio del tiempo incesante.
A veces la amistad aparece como un juego constante. Liberación e instante: “río que, al fluir, inventa sus anillos”. El amigo como el lugar constante del reconocimiento. Quizá puerto seguro. Quizá faro orientador. Si hay misterio, la amistad se encuentra más allá de los límites de la representación: “borra el tiempo”; sin misterio, la amistad como autoafirmación, voluntad de poderío.
A veces la amistad descubre el fondo del río y ve en la arena que las huellas se han borrado. ¿Río seco o agua cristalina? “En la arena buscamos el río”. ¿Unidad de lo múltiple o desastre natural? La amistad no puede ser profunda sin misterio. La profundidad en que se buscan los amigos no necesita huellas, ni marcas, ni anillos: a veces los amigos se descubren el misterio de su propia permanencia, se van pero se quedan, saben que no saben, se acompañan siempre en el pensar.
¿Acaso esos amigos que se acompañan siempre en el pensar son los que viven la amistad filosófica? ¿O es la amistad filosófica aquella que borra el tiempo? ¿O son filósofos los amigos que sobreviven al tiempo incesante? Las tres son imágenes del misterio metafísico que permite la única amistad posible. Aquello que los amigos han pensado cuando se cuestionan la posibilidad de la filosofía podría ser la señal de la amistad. ¿Acaso eso es un anillo, una isla o un río? ¿Acaso un gusto, un pensamiento o un interés? Una y muchas ha de ser la amistad filosófica. Quizá la mejor amistad sea siempre un misterio tan metafísico.
Námaste Heptákis
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