Qué rubor tan delicioso al juntarse las mejillas inflamadas por el olor a la dulce muerte. Electrizaron al cielo las primeras llamas de este árbol que subió su tronco creado por fuegos atrayentes.
Qué triste luce el cielo sin nubes de tormenta, para el hombre que no cree en lo eterno, ni encuentra en la tierra su respuesta. Ahora los rostros son pálidos, pues ya no se consumen las hogueras.
Javel