Anclajes

 

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El mundo en el que vivimos –al menos en lo técnico— ha cambiado a pasos agigantados en los últimos cincuenta años. A veces parece que el vértigo que produce la tecnología en nosotros fuera parte de un instinto de prevención; algo similar al miedo a lo desconocido, con la fundamental diferencia de que la tecnología es producto y no del todo un riesgo desconocido ¿no es así?

Podemos objetar que hay de invenciones a invenciones. La yunta, el tractor y el acueducto producen menos temor que la escopeta, el gulag o la cortadora de agua. En cuanto invenciones del ingenio humano hay herramientas con mayor carga ética y moral que otras. La ficción tiene maneras más precisas de aterrizar la cuestión, en el cuento del agricultor oriental que se oponía al pozo por cambiar los parámetros naturales de la siembra, o en la sombra del desalmado gólem que inunda la ciudad por una orden que se comprendió en las limitaciones de su naturaleza desalmada. A veces los inventos se salen de las manos, o nos llevan a dar saltos que aparentemente son cuantitativos, pero que al cabo de un tiempo nos conducen a dar un salto cualitativo en nuestra humanidad. Otro ejemplo que sustraemos a la ficción: “La última pregunta” de Isaac Asimov puede ilustrar la manera en que tecnología y hombre se desarrollan a la par. No es posible que Multivac responda la última pregunta sin pasar por todos los estadios, y no es posible que dicho artificio se vuelva más complejo sin pasar por los escalones intermedios que permite con la implementación de sus herramientas y métodos. (En este enlace se puede encontrar la lectura del texto original por el propio Asimov, y acá el texto en español)

Sírvanos pues todo esto de pretexto para introducir la cuestión ¿es el horizonte brindado por la informática algo más cercano a la rueda o a un gólem? La respuesta casi se contesta sola. En un mundo en que el que rápidamente las redes sociales y las apps de citas conducen a las personas a la atomización y a la práctica imposibilidad de acercamientos reales, no digamos ya comunidades reales;  o en que el país más poblado del mundo mantiene una vigilancia 24/7 sobre todos sus individuos y, además, puntúa sus acciones éticas[1] manteniendo una coerción brutal en lo que a ámbito público refiere. Con estos antecedentes, cabe acotar la pregunta a una región que nos sea más próxima ¿de qué manera puede afectarnos directamente? Incluso podemos limitarla más si nos preguntamos por las repercusiones meramente cognitivas y de sociabilización.

2 Un Mar de botellas

La historia de la informática a veces se antoja distinta a la de otras áreas de la ingeniería como la hidráulica o la petroquímica. Y es entendible fácilmente si pensamos que las mencionadas tienen un objeto claro y distinto, pero sobre todo acotado mediante el universo posible de aplicaciones con el que cuentan. A diferencia de la hidráulica que puede ayudarnos a predecir el flujo de los ríos y salvar comunidades, o producir máquinas de carga con mayor fuerza, la informática parece no tener un rumbo claro y predecible más allá del explicable bajo las demandas del mercado, esto es, de los deseos de varios grupos de consumidores. Sin embargo, esto oculta los alcances y metas reales que se proponen los pocos tecnólogos y desarrolladores de plataformas, productos y servicios digitales. Tengamos claro este punto: hay una opacidad tremenda sobre la intencionalidad real de los desarrolladores de plataformas y servicios digitales aparentemente gratuitos, así como de los alcances de las mismas: no hay campo de aplicaciones más amplio –y consiguientemente más ambiguo— que la palabra y la comunicación, pues estamos consustanciados en ello.

Por una parte, a diferencia de las citadas aplicaciones en ingeniería, la informática y las tecnologías de la información tienen por objeto definido a la comunicación y a la información. Aunque ambas remiten a la palabra, es menos que sombra de ésta. Un trozo de información puede caber en la retícula digital de un archivo o base de datos, a su vez, éste puede comunicar algo a alguien pero nos regresa a la situación del mensaje que flota en la botella en el mar. Entonces ¿qué pasa ahora cuando las botellas se pueden replicar al infinito? Ahora que ya no queda mar transitable sino un infinito pleno de botellas, no es posible la navegación. La manera en que operan las redes sociales y las plataformas digitales tienden a funcionar como un tamiz selectivo que ponen ante un individuo –y no un público sujeto a muestreo, como sucedía con la televisión o la radio— exactamente lo que quiere ver, lo que le desagrada sentir y lo que le produce irritación o aversión.

Estas líneas, como indiqué más arriba, no pretenden llegar al fondo de la cuestión, ni señalar los caminos más comunes respecto a la manipulación de las masas en internet, el verdadero significado de la cibernética o el rumbo que pretenden tomar las tecnologías de la información, sin embargo es útil hacer una pausa y abordar un concepto surgido de la propia informática que nos ayude a pensar la situación del hombre ante esta invención y juzgar así algunos de los modos en que nos afecta.

  1. En el infinito mar de botellas ¿qué es el anclaje?

Anclaje o Lock in es un término que se usa en informática para el momento en que una tecnología termina por consolidarse bajo un estándar que resulta insuperable (en este proceso se pueden distinguir dos momentos, como abordaremos más adelante). Por ejemplo, la llegada de los archivos, el manejo de documentos en Word o formatos de archivo en PDF. No es que no existieran algunas otras alternativas en formatos que permitieran algunas otras funciones, es sólo que terminaron por imponerse ante el empleo de los usuarios. Podría parecer un asunto de mera mercadotecnia[2], pero el anclaje no responde directamente a los términos de la oferta y la demanda, sino más bien a los de la implementación  y uso de los mismos en un primer momento. Asunto más interesante, tampoco responde al vertiginoso desarrollo de las capacidades técnicas cada día más novedosas sino a las capacidades técnicas que nos brinda como usuarios finales. La escritura es un ejemplo de esto. No es que sea la manera perfecta de preservar el discurso. Podríamos pensar opciones más complejas que la del grabado de caracteres visuales, podríamos pensar incluso en lenguajes que fueran más precisos al basarse en el desdoblamiento de las acciones en el tiempo como el que expone Borges en su Tlön, Uqbar, Orbis Tertium, pero lo importante es que inclinarnos por un modo de escritura o lenguaje va a limitar las situaciones comunicativas posibles.

No es que esto sea malo, simplemente es. Sin esas limitaciones, ingenios como el de Platón, Tolstoi o Plutarco jamás habrían roto dicha barrera para demostrarnos que la palabra escrita puede volverse más profunda y matizar mayores registros de los disponibles por un sistema ideado por mercaderes. Con ello crece la capacidad técnica de la herramienta, pero también el espíritu humano se vuelve más profundo. Avanza Multivac, después el hombre, y otra vez Multivac, como en el cuento de Asimov.

Ahora veamos otro caso de Anclaje, más reciente y del que podemos estar conscientes porque lo hemos vivido y normalizado. La manera en que los músicos lanzan sus álbumes responde a la duración estándar del disco compacto establecida en  1974, unos 74 a 80 minutos. Y repercute en la manera en que un grupo de artistas piensan un concepto para su álbum, lo dividen en pistas y deciden de qué modo lo que sienten en su pecho puede llegar a su público. Hay artistas que deciden lanzar álbumes dobles o triples, espaciar la producción de trilogías con algunos años de diferencia, etc. El modo en que se publican las obras musicales ha determinado tanto a la industria como al público.

Pudo ser de otra manera, pero aquellos tecnólogos del ’74 consideraron que el CD tenía que poseer exactamente la duración de la Novena Sinfonía de Beethoven. En la actualidad, en que los servicios de streaming pueden proveer horas y horas de música, los músicos siguen respetando sin mucha variación los 80 minutos del disco compacto.

El momento que vivimos en la actualidad con el desarrollo de plataformas digitales, redes sociales y sus diversos servicios, presentan la posibilidad de un anclaje completamente nuevo en el horizonte. El establecimiento de tecnologías de esta clase, igual que con las herramientas, nos permite relacionarnos de una manera distinta con nuestro mundo y, por consiguiente, delimita hasta cierto grado la manera en que nos concebimos a nosotros mismos y consecuentemente las relaciones que establecemos con los demás. Más que las preguntas clásicas que podamos levantar como qué es mundo, qué es una persona, cómo hacemos comunidad, tenemos que atender a las modalidades del olvido a que nos puede conducir esta herramienta y su respectivo anclaje.

 

 

 

 

[1] No desesperes, lector, pronto estará disponible tal vigilancia en tu región. La empresa Huawei que sufrió en veto por parte de los estadounidenses en este mes, es la misma que ayudó al régimen venezolano a desarrollar su padrón electoral.

[2] Hay que tener clara la diferencia entre Libre y Gratuito. Pensar que una red social es gratuita y libre porque está disponible para todos es un error. El dinero generado por el uso de servicios en línea no es el acento en la presente reflexión, sino la manera en que repercute en nuestras conductas.

El gran deseo por saber

Ataviado en su túnica púrpura, erguido con orgullo, Hipias de Élide se aproxima a Sócrates. Sabemos por Jenofonte (Memorabilia) el motivo del acercamiento: el sofista viene con el reproche burlesco de que Sócrates siempre habla de lo mismo (el lector concordará que hasta con los mismos detalles de presentación: caballos, artesanos, mitos). Su pregunta acuciante por la justicia y virtud parece caducidad de pensamiento o ignorancia cubierta por la retórica. Con recelo, más adelante, Hipias no quiere comenzar definiendo qué es la justicia y exige que su interlocutor se atreva antes de él. Sabe que la primera respuesta es minada y así consecutivamente hasta llegar a la aporía; en la retórica importa la astuta prevención. En su primera respuesta, Sócrates acepta con la mayor naturalidad esta acusación y se distingue de Hipias a quien lo llama erudito (polymathés). Herederos de la Ilustración, amantes del conocimiento, piadosos de la erudición, no sabemos si es ironía o encomio sincero este calificativo.

En su segunda intervención, Sócrates le pregunta a Hipias si es cambiante la respuesta en preguntas como, por ejemplo, el número de letras en su propio nombre o el resultante de una operación aritmética. Claramente dichos asuntos jamás lo serán, sin embargo los asuntos humanos —tan imperfectos e inacabados como los hombres— sí. La vasta y controversial tradición de filosofía política lo demuestra. Aparentemente hay una argucia retórica por parte de Sócrates, dado que pretende comparar asuntos muy disímiles. Que haya una verdad cierta y clara en un conteo no es lo mismo que un acierto político. ¿Es posible hablar de alguna verdad política o moral? Hipias lo niega, ha visto que no es sencillo y tal vez ni posible equipararlas. A eso añade que al no haber respuesta última, depende del orador la definición. Converge esta idea con el hecho de ser un polymathés. Para saber refutar la amplia variedad de respuestas, se necesita un vasto conocimiento para contrariar. Paradójicamente, Sócrates le responde que ni la retórica, revestida de erudición, puede congelar y solucionar los asuntos humanos. De no resolver esta tormenta, al advertirla y mostrarle sus limitaciones de su habilidad argumental, se mostraría superior Sócrates… sin embargo esta respuesta parece una reducción aporética no advertida por la astuta prevención.

En conversación con Eutidemo, Sócrates menciona que el intemperante no goza cabalmente de los placeres de la comida, sueño y bebida. El deseo es pervertido por la ofuscación producida por el exceso. La quietud del impulso erótico permite reconocer el bien más placentero y anhelarlo con mayor vehemencia. En una tormenta erótica, los mejores bienes son inaccesibles para el paciente. Si es posible hablar de ofuscación en estos placeres, ¿no lo es en los intelectuales? La polimatía es celebrada por el honor asociado al conocimiento. Difícilmente se admitirá la limitación en conocer —en un sentido ni el mismo filósofo lo asume. Tampoco que haya reservas en aspirar al conocimiento, a menos de que se tenga consciencia trágica o una rudeza no sabida. Sostenidos en esto, son celebrados los hombres que se dedican a las ciencias duras y las del espíritu. La virtud es evidente en quien cultiva la ingeniería y pintura, o la física e historia. A pesar de ello, resulta menos inmediato responder de qué manera incide ese vasto y variado conocimiento en su quehacer vital. Dejando a un lado la resolución de la técnica, se extiende una brecha entre la teoría y práctica del erudito. Su teoría es una sombra del mundo y su práctica, una contingencia.

La intemperancia intelectual no permite reconocer el logos propio de la vida del hombre. El erudito no tiene capacidad para reconocer las particularidades y semejanzas entre la verdad relativa a la physis y la verdad política-moral. (Con el cambio de comprensión de la primera, se oscurece aún más.) Su propio modo de ser, experiencia de vida, prueba la distancia puesta en su razonamiento. La justicia se vuelve un término vacío y enteramente abstracto, así como pieza del discurso. Una palabra cuyo referente puede ser perfilado por el retórico. Hipias se distingue de Sócrates por su parcialidad y desinterés moral, por su erotismo desencajado, pese a su gran elocuencia y conocimiento variado. El universo le parece irreductible e inasible, maleable a su oratoria y desentendido de su presencia. En un pasaje antes, Sócrates relata a Eutidemo el mito sobre el hombre y el sentido del cosmos. El joven experimenta una vibración piadosa y se pregunta de qué modo puede agradecer y honrar a los dioses. Dialogar sobre la ley en la vida del hombre se enriquece una vez reflexionado sobre el cosmos y la verdad de la justicia. 

Notas marginales. A propósito de la acusación de que Enrique Krauze es un intelectual vendido, el número pasado de Letras Libres trajo una reflexión pertinente de Christopher Domínguez Michael. Hablando sobre intelectuales y la 4T, Sabina Berman vuelve a la carga contra otro intelectual.

II. Rocketman es un relato introspectivo y lírico, como las melodías coloridas en la música de Elton John. Esta premisa es elemental. La hace más peculiar que un filme biográfico gris y mediocre, además de intentar ponerse en la misma sintonía del biografiado. Resulta difícil no compararla con Bohemian Rhapsody: el director de una vino a salvar la segunda, ambas se basan en estrellas similares y ambas retratan los altibajos. Después de ver la película de Freddy Mercury, no salí entusiasmado, tampoco insatisfecho (supongo que el Freddy de ahí estaría molesto si yo se lo hubiera confesado). Mi impresión responde a su composición; si hubiera sido más fanático, quizá mi corazón hubiera viajado a la velocidad de la luz. Posteriormente, me enteré que tíos, primos y sobrinos lloraron al final. Un profesor mío llevó a su hija a verla. Ella quedó enamorada del legado y nombró a sus perros Freddy Mercury. Luego vino la nominación al Óscar y la parafernalia menos parecía detenerse. Ahí fue cuando advertí el fenómeno y las deficiencias acabaron por motivar mi fastidio. Aparte de la tan criticada débil construcción de personajes (malas lenguas mencionan que hecha a propósito), mi principal coraje fue por su complacencia. Muchas de las canciones no están en servicio de la narración (como sí está la mayoría en Rocketman), están ahí para levantar el ánimo del espectador. Avivan el repertorio de Queen que ha estado presente incluso en comerciales. La homosexualidad no es retratada sutilmente, sino con una sugerencia timorata para no perturbar los estándares familiares. Lo mismo con los excesos y fiestas, las supuestas caídas culposas y únicas de Freddy —según la misma película. Esta reflexión es pertinente porque vendrán más películas biográficas (ya está anunciada la de Bowie). En B.R. Rocketman hay una crítica a quien se aprovecha usurariamente de la leyenda. No seamos eso.