Recordó la anécdota que años atrás le había hecho reír tanto: “un hombre en el subterráneo miraba tranquilamente su celular cuando se percató que una señora lo observaba desde hacía diez minutos. Volvió a sus tecleos cuando ella lo interrumpió: ‘disculpa: ¿eres el hijo de Juan Carlos?’ a lo que él contestó, tras cavilar brevemente: ‘no. Que yo sepa’ y la señora lo miró con tal desconcierto que se disipó hasta que ella descendió”. Recordó que justo el día del padre su mejor amigo, que tampoco vivía con su padre, le regaló un libro sobre la muerte del padre del escritor. Recordó que sus amigos cercanos, la mayoría de personas que frecuentaba y, buena parte de sus familiares, habían crecido sin un padre o con una presencia paterna ahuecada, coloreada por los deseos que hacían crecer las películas y series norteamericanas. Recordó la triste anécdota que Nacho Vegas canta sobre su padre. Recordó que las películas mexicanas más famosas de su juventud (Amores perros y Roma) mostraban la ausencia de los padres de una manera tan normal que eso, en ninguno de los filmes, era el tema central. Recordó que el padre de su novia la había negado más veces de las que sería posible negar a alguien existente. Recordó cada una de esas sensaciones concentradas hasta que le fue imposible olvidar que él sería padre.
Yaddir