Heliodoro nos contó cuando éramos más pequeños, que soñó que le daba una probada al Sol.
No es hasta ahora que han pasado varias décadas de tal acontecimiento que comprendí que hablaba de que había saboreado al Astro Rey. Decía, según él, que tenía un aroma a limón amarillo, y él se acercaba, lo tomaba entre sus dedos indice y pulgar y después le daba un lengüetazo con tal fuerza que lo devolvía no solo al centro del sistema solar donde lo había tomado, sino también a su tamaño natural. A pesar de esta descripción, lo imposible de la situación me había impedido categóricamente poder siquiera imaginar que el sol o cualquiera de los planetas tuvieran sabor.
En fin, la descripción que dio de ésta tan metafísica experiencia es que tenía un sabor filoso, agudo. No sé bien qué significa aunque para mí tiene sentido, pero sí sé, que al menos en el sueño de anoche, Júpiter me supo deliciosamente dulce.