Con el pecho inflado de orgullo por haber liberado la faz de la tierra de toda polución y basura desintegrándolas con sus rayos láser, el escuadrón de robots IP-612 comenzaría el más grande desafío emprendido por la especie humana: hacer lo mismo con el océano.
La tarea fue mucho más sencilla de lo que parecía, los inmensos robots con sus magnánimos, precisos y desintegradores rayos láser, lograron filtrar de aceite y plástico cada centímetro cúbico de la masa acuática que rodea nuestro planeta hogar. Alegres, los líderes de las naciones unidas decidieron ir un paso más allá: programar a estos artefactos para devolverle a la madre tierra, su modo originario, hacer un reinicio de manera tal que pareciera recién creada por Dios mismo. Por supuesto, con la excepción de que se respetaría la vida humana.
Una vez retirados todos los esqueletos de todas las ballenas que yacían en el fondo el océano, no solo descubrimos que el mar no era azul, sino marrón, un tanto parecido a la sangre; sino que también, descubrimos que el nivel natural del mar había descendido en más de un 50% y que ahora, todos los puertos del mundo tenían que ser reconstruidos.
Claro, los líderes de las Naciones Unidas siguen debatiendo si no es más barato derretir los polos de la tierra para devolver el nivel del mar, a la altura que tenía antes de la limpieza.