Vencida por el cansancio, cierto día, la estrella del norte simplemente se apagó.
Nadie notó su ausencia, a falta de exploradores, o marinos, o caminantes sobre la tierra, la estrella se extinguió en silencio.
Dicen que antes los hombres se guiaban con ayuda de su nocturno brillo, pero ahora sus pasos se iluminaban dejando de ser hombres de altas miras y convirtiéndose en criaturas de cerviz agachada.
Con bajas miras, y orientados con la ayuda de artefactos, aquellos que no notaron la ausencia de lo que fue una importante estrella, tampoco se percataron que el astro rey se ocultaba para siempre en un aciago día.
El sol también estaba cansado, pero las criaturas de bajas miras creyeron que podían vivir bien sin norte y que ya no tenían la necesidad de ser orientados.
Maigo.
Inocente preguntilla: ¿Alguien sabe cuánto cuesta la harina en el Pireo?
¡Yo conozco a esos hombres!
Tu entrada me recordó algo que leí en el Protréptico de San Clemente de Alejandría, quien describiendo su conversión señaló: «todo llegó a ser una luz que no se apaga y el poniente se convirtió en oriente».
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Es terrible perderse por el exceso de luz, gracias por tu comentario y por orientarme hacia la lectura de San Clemente de Alejandría
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