Defectuoso

Recuerdo cuando el Papa Juan Pablo segundo vino a nuestro país olvidado por Dios (y por el actual Papa). La gente llenó las calles, y como todavía no se inventaba la mamada de los espejitos, hasta me creí que era un acto solemne del representante de Dios sobre la tierra. Yo recuerdo que más de uno de mis vecinos fue a recibirlo en su tránsito por las calles de la capital. Todo era fiesta y gozo, hasta casi casi nos sentimos, por un momento, el pueblo elegido.

Algo que, como el niño que yo fui en aquél entonces, llamó demasiado mi atención, fue el nombre de sus artefactos sagrados. El papamóvil es el que más recuerdo, y no por los chistes que trajimos de que salía de la Papacueva o de que iba a lanzar sus papaboomerangs para convertir gente. No, si bien el auto era bonito y permitía a su Santidad ir saludando a la chusma emocionada por su visita, como si viajara en un bicitaxi carísimo. Lo que me llamó no fue lo estético y funcional del diseño de ese vehículo. Sino la película antibalas con la que tenía cubierta su cajita de cristal en la que viajaba. Lo recuerdo y me sorprendió en su momento porque jamás imaginé que el Santo Padre, tuviera tan poca fé como para tener que blindar sus vehículos.

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