¿Qué hay de malo en lanzar una hoja de hielo sobre la plana superficie de un lago congelado?
Al quebrarse, pensando que el lago soportaría el impacto, haría saltar, patinar y delizarse sobre su superficie a un sinfín de cristales blancos y brillosos. El espectáculo, tal vez sería menos a lo que hubiera podido imaginar, pero en un lunes de invierno, sin trabajo y sin escuela, no se necesita ser muy creativo para matar aunque sea un poco el aburrimiento.
Jesse tomó la hoja de hielo que se había formado sobre el techo de su auto. La tomó con todo el cuidado del mundo, ya que dependía de su unidad, que el espectáculo fuera tal y como se lo había imaginado. La cargó con cuidado, tomando pasos cortos y bien afianzados, cuidando de no caer y arruinar su diversión, hasta que llegó a la orilla del lago de la parte trasera de su granja.
Es un lago grande, en medio de la nada, de un tamaño que le obliga a usar un bote para cruzarlo todo, pero no tan grande como para que se desborde en un río o en un mar. Lo cuál le ha llevado a pensar en más de una vez, que el agua viene de algún río o estanque subterráneo, aunque de esto no lo ha podido confirmar, a pesar de haber pasado todos los veranos de su adolescencia buceando y ahuyentando al calor de su cuerpo.
Sin mucho preámbulo tomó la hoja de hielo, que, cabe señalar, era bastante gruesa, al menos una pulgada de espesor le permitía tomarla con confianza con las dos manos. Luego, dio un par de vueltas intentando mantenerse en su eje, para ganar un poco de ímpetu y terminar soltando el cristal como si fuese un disco de las olimpiadas. La fuerza de Jesse no era mucha, pero esta pequeña técnica le permitió que la hoja saliera disparada por los aires para terminar quebrándose al caer de bruces en un sin fin de cristales que recorriendo desde el centro del lago todos a la misma velocidad, disparados hacia los extremos. El espectáculo fue muy cercano a su imaginación, y por eso, durante un segundo demasiado breve, temió que el aburrimiento regresara después de su absurdo entretenimiento. Tal como lo había imaginado.
Para su desgracia, esto no fue así, una vez que los cristales dejaron de moverse un extraño sonido burbujeante comenzó a escucharse cada vez con más fuerza acercarse desde el fondo del lago hacia la superficie. Si bien, podría ser un sonido similar al del agua mineralizada con burbujas del tamaño de un adulto, también pudo haber sido el exhalar de varios animales, o de uno solo con un montón de narices. A decir verdad, la negrura que cubría el hielo de la superficie del lago, le impidió ver más allá de lo que la luz podía mostrarle. El sonido se mantuvo durante diez minutos, y Jesse, pasó tanto ese tiempo, como el resto del invierno pidiéndole a Dios que nunca terminara, y la capa de hielo no se derritiera jamás.