La idea de las alas
El lógos no puede ser lo mismo que la razón. ¿El significado del lógos ha de ser desentrañado de la oscuridad Heraclítea previa al platonismo de la idea? No necesariamente, pues el sentido platónico de lógos no sólo está en la dialéctica como camino del pensamiento hacia la verdad: la dialéctica es falaz, incluso podría decirse que imposible, si no hay Eros. El sofista no requiere la dialéctica porque la metafísica es impenetrable para él. El sofista requiere de persuasión, pero no de autoconocimiento. Si no hay posibilidad de conocerse a sí mismo, la persuasión es ejercicio de la habilidad en la palabra, en la palabra que disputa. ¿Por qué no es el sofista el alma más baja en la escala de la palinodia socrática, que rescata a Eros de la inventiva de Lisias? Se me ocurre lo siguiente: el tipo de alma que alguien tiene, que en el mito de Sócrates se distingue según lo que ha visto en el circular de las almas, no es perfilada según la influencia que el arte humano tenga sobre ella. El sofista no es el último en la escala, quizás, porque él no podría subsistir de no ser porque existen almas tiránicas. Es falso que la escala sólo sea una medida moral: la escala no es una medida de la “dignidad” al estilo moderno; incluso decir que esa escala sea una medida sería una exageración. Lo que gobierna a esa escala es la relación de Eros con la divinidad. El problema de reducir la presencia de lo divino en el mito de Sócrates está en no comprender el alma como fuerza erótica. Por eso el lógos nunca puede ser la Razón. El tirano es el afásico que no sabe qué es Eros, a pesar de tener deseos.
¿Importa saber qué es eros? Si no podemos hablar de eros sin hablar del alma, no podemos conocernos sin pensar qué sea eros. Pero, ¿de qué servirá la comprensión? ¿No es eros una pasión más entre otras, quizá la más importante, pero a fin de cuentas un movimiento entre otros de nuestro ser? ¿Qué lo haría el más importante? Según la palinodia, su importancia no puede dejar de ser metafísica, al menos para quien busca conocerse a sí mismo: el reflejo de los amantes, la visión de espejo que tienen ambos no es una reverberación de la inmortalidad. Sin metafísica, eros es el mito de un tirano que no acepta sus auténticos deseos, es un cuento moral. Aunque, dicho así, suena a que en realidad la metafísica es también un cuento que el filósofo inventa para no moralizar. Pero lo mismo le sucedería al lógos, que terminaría siendo una palabra que sólo nombra la obsesión del filósofo por sí mismo. No sólo es que eros no se comprenda sin metafísica, o que sea eros lo que permite la metafísica: eros es fuerza metafísica, y no porque empuje a la teoría, sino porque es un signo de lo divino en el alma. Por eros sabemos que no estamos impelidos por ley universal alguna hacia la materia en general, por eros sabemos qué distingue a la vida humana. El lógos no es sólo una explicación argumentada de lo real: la palinodia es un lógos que reúne metafísica y poesía. Sería absurdo esperar que el lógos sea una potencia que clarifica el ser de una sola manera y de modo incuestionable: ni siquiera el filósofo puede vivir como los dioses.
¿Por qué es lo bello lo más amable? La idea de que lo bello depende de la “subjetividad” no ayuda a comprender nada, porque nos deja en la total oscuridad sobre la posibilidad de decir algo en general sobre la experiencia de lo bello. Decir que lo bello sea más amable implica al menos la idea que no siempre se ama lo bello. ¿Qué tendría que ver el lógos ahí? ¿No es una experiencia tan privada la de la belleza, que es incomunicable? ¿No es más bien un fenómeno estético que es contaminado fácilmente con algún paso en falso del lenguaje poco educado? Yo creo que lo bello no se puede producir: bastaría recordar las tretas de Sócrates a Hipias para reconocer el sentido más evidente de esa idea. El misterio al que apunta directamente el Fedro es tanto a la belleza del joven que habla con Sócrates como a su incapacidad para comprender en qué radicaría la belleza del lógos. Como muchos de nosotros, Fedro es un entusiasta de los discursos pulidos, pero no sabe, como nosotros, pensar en la belleza del discurso, más allá de la inclinación del gusto. ¿Por qué la palinodia es dicha para él, entonces?
Tacitus