El silente que escucha es lo que hace falta para incluir a quien no se siente escuchado. Nos acostumbramos a hablar, cada vez más fuerte, cada vez con más gritos, cada vez con menos silencios y cerrando la puerta a una real conversación.
Se dijo hace tiempo que la oposición estaba acabada y la frase parece verídica cuando vemos que entre gritos y risotadas, entre frases perdidas y pajareos se deja muy lejos a la conversación entre amigos o disidentes.
Las oposiciones callan, las amistades se acaban porque los diálogos se pierden entre muchas palabras sin sentido, entre pocos silencios y muchos gritos.
A gritos hay quien pide lenguaje inclusivo, pero es incapaz de escuchar cuando no se trata de acusar, y gritan y gritan domingo a domingo e imponen silencio a quien sea que no grita lo mismo.
Maigo