Distopia

Y llegó un momento en el que todos estuvimos tan ocupados, cada uno haciendo lo que le correspondía por naturaleza, que hubo la necesidad de que alguien se ocupara de imaginar por nosotros. Nos hablaban por las noches, nos susurraban a través de mensajes oníricos, el curso de nuestros sueños, nos hacían creer que el mundo era más grande o más pequeño (según conviniera) de lo que era. A los encargados de calcular, medir y acomodar, les dictaban el modo en el que debían posicionarse para recibir los bultos te maíz que caían desde las grúas. A los dedicados al amor, les comandaban todo sobre lo que deberían sentir, oler y mirar para complacerse, y en general, al grueso de la población, mismo al que pertenezco, desde hace mucho tiempo nos dicen qué es lo que conviene querer, y lo muy felices que seremos una vez que hagamos caso. El ministerio de la imaginación, se parecía mucho al de la verdad, pero ninguno de nosotros podíamos siquiera pensar de qué manera.