Bits envenenados

El internet ha cambiado el modo en el que nos relacionamos con otras personas. El ejemplo más evidente es que me están leyendo de lejos. Una persona puede subir una foto con alguna peculiar intención a sus redes sociales, como el sentirse mejor (según una respuesta común), y ser vista con otra intención. Hay una amplia cantidad de programas con los cuales pueden husmear en nuestra computadora o desde nuestra computadora; en una sola computadora se puede almacenar información de miles de personas. También se puede jugar a ser parte del cuarto poder; cualquier persona con un teléfono inteligente puede jugar a ser un medio de comunicación.

El presidente de México dijo que, dada la tecnología actual, cualquier persona era un medio. Creo que no se refería a que las personas se hubieran convertido en herramientas debido a la tecnología. Quería desdeñar la labor de los medios de información, pues cualquier persona puede informar sin obedecer a ningún tipo de compromiso empresarial. Eso le quita credibilidad y en consecuencia influencia a los medios tradicionales. Ya no se puede decir cualquier cosa de cualquier persona porque el pueblo honrado saldrá en su defensa; es preferible creerle a una persona que no tiene intereses políticos que a una empresa. Al menos esa es la forma de pensar del referido funcionario. Claro que la internet puede ayudar a cundir información falsa y perjudicial mientras dan la apariencia de ecuanimidad, más si se hace junto con otras personas que compartan la misma ideología. Se pueden tomar fotos de diversos perfiles en las redes sociales y crear otros perfiles para sembrar discordia; así se golpea doble. Difícilmente habrá consecuencias para aquellos que se dedican a afectar a otras personas; probablemente los afectados sí sufran consecuencias. Aunque quizá esto sea una manera extremista de pensar a los usuarios que juegan o intentan ser periodistas. A no pocos medios masivos de información se les acusa de dar noticias a medias, mostrando la perspectiva desde el modo más perjudicial para una persona o un grupo de personas. Muchos podrán percatarse de la trampa, pero no pocos creerán la información aunque sea incompleta. De un funcionario tan conocido como odiado se dijo en alguna ocasión que era un alcohólico. Nunca se le ha visto públicamente ebrio, no hay ni foto ni video, ninguna evidencia apunta a que le gusta emborracharse. Además, la persona que dijo eso sobre él apoya a políticos de partidos contrarios. Se obtiene más fama inventando rumores de las personas odiadas que diciendo la verdad de las personas queridas.

A diferencia de otros géneros, en el periodismo sí es importante saber quién dice lo que dice, casi tan importante como lo que se dice, pues quién lo dice determina la finalidad con la que se dice. Es sumamente difícil saber si lo que se nos está contando en internet, que no cuente con el respaldo de saber quién o desde donde se dice, sea verdad (durante la estancia del avión que llevará a México al ex presidente de Bolivia Evo Morales en Paraguay, se rumoró que varios países de América Latina no querían prestar su espacio aéreo; tras tres horas en Asunción, el avión cruzó por Brasil; se rumoró que ya no iba Evo así como que sí iba). La internet borra la identidad.

Yaddir