Una vez solos, deslicé mis dedos por su nuca, con el pulgar acaricié su rostro que era suave y frío, conocía su debilidad, abrió los ojos, abrió los labios y me contó todos sus secretos, no tuvo pudor para decirme alguno, fui yo quien no quiso acceder a su memoria, lo dejamos cuando llegó su dueño. La intimidad ha perdido su encanto contigo, Siri.
Oyó un silbido, luego un golpe, alguien lo llamaba, a la derecha, a la izquierda. Fue presuroso, descorrió el candado, abrió de par en par cada ventana. No había nadie, o mejor dicho, estaban todos. Cuando cerró de un golpe las puertitas se dio cuenta de algo escalofriante, perdió lo más importante, la pared de su cuarto, y sin pared tampoco había ventanas. Los límites y la libertad se habían perdido. Aun había una posibilidad si alguien llamaba a su puerta.
Javel