Propósitos

En México tenemos la tradición de usar un calzón color rojo el último día del año si queremos que el siguiente esté lleno de amor o usar uno amarillo si queremos que el próximo año venga con mucho dinero. Amor y dinero como lo más preciado. Tras una larga indagación, poco precisa, pues en cuestiones de amor no se requiere la precisión, me percaté que el calzón rojo se vende más. Amar y ser amados es lo que más queremos, por encima de ser millonarios (aunque tal vez no falte algún desorbitado que diga que el dinero puede comprar hasta el amor). Tal vez suene ridículo que un calzón nos traiga la suerte en el amor, pero los defensores de esta tradición la siguen practicando porque aducen que es más ridícula la tradición de tener doce propósitos. Lo cual sonaría absurdo, pues los propósitos pueden buscarse a partir de lo que somos, creemos que estamos siendo o queremos ser. Sé que aunque delinee mis doce propósitos de tal manera que todos apunten a que aprenda a dibujar (realizar trazos una vez al día, calcar fotografías, terminar un libro de dibujo, ir a clases, perfeccionar mi caligrafía, etc.), jamás lograré hacer algo más complicado que un auto simplemente inexistente. ¿Cuántas personas no se proponen algo descabellado?, ¿viajar pese a que apenas puedan gozar de una semana de vacaciones en su casa?, ¿aprender un idioma cuando desconocen la mayor parte del suyo?, ¿aprender una técnica sin vislumbrar sus límites? Quizá los defensores de los propósitos puedan decir que no importa no haber alcanzado la perfección, sino que lo importante es intentar hacer algo que permita comenzar a mostrar habilidades que sin ese intento serían desconocidas; el que no puede costear unas vacaciones puede visitar a pie los parques de su ciudad. Además, habrá quienes sí puedan cumplir el propósito, perfeccionarlo y ser feliz porque sabe que es más de lo que creía ser. Se vive mejor teniendo, planificando y ejecutando uno o varios propósitos que vagando entre las especulaciones de la rutina. El defensor de los calzones rojos podría decir que efectivamente da alegría sentir que se hace algo por la propia vida y, tal vez, por la vida de los demás, pero que sin amor nunca se será realmente feliz. Y el amor no es algo que se pueda tomar como propósito. No se puede planear tener un amor por cada mes. Nadie puede obligar a amar a otra persona. El amor depende en buena medida de la suerte. Por eso, es menos ridículo creer en la suerte que en las propias habilidades como dadoras de felicidad. Aunque ya hay demasiados grupos enconados como para creer que dos tradiciones posiblemente complementarías se podrían oponer. Sería excesivo creer que hay que adoptar una tradición en lugar de la otra, pues ¿qué son el amor sin propósito y los propósitos sin amor?

Yaddir

5 – La patria, que es primero

En el marco de la hoja con aquello del hospital está escrita esta frase, aunque no especifica el momento en el que fue relevante.


Cuando se quiere retratar las cosas que pasan al interior de las cámaras legislativas, se pone de manifiesto que las letras de oro en los muros no fueron en verdad pensadas con ningún otro propósito, que el de imprimir ironía a las fotografías.

Proteófilo Cantejero

Reflexión festiva profunda

En este año que agoniza hemos aprendido tanto, que hasta parece que el día de mañana será mejor.

Tal vez eso no lo hemos aprendido tan bien, pero no importa, tenemos el resto de nuestras vidas para seguir tarugueando.

Un cuento de Navidad

-¡Ya nació! ¡Ya nació!- cantaban los ángeles en el cielo. -¡Ya llegó!, ¡Ya ha venido!- decían entre sí los pastorcitos. El Mesías, que nos salvó, nació en un humilde pesebre. La profecía se cumplió, la promesa divina llegó.

En ese momento el mundo se alegraba…los magos a la estrella vigilaban y con trabajos un largo viaje preparaban.

Al recordar el nacimiento, la creación de luz se llena, hay gozo y regocijo…Pero no en todas partes, ya que no todos los hombres con la llegada de un nuevo rey se alegran.

En un palacio frío y oscuro, en medio de una ciudad, creo de nombre Tiberíades, un monarca, que amoroso con el pueblo se decía negaba lo que la realidad constantemente le indicaba.

Sabía de escrituras y profecías, incluso a su disposición interpretes de la ley de Dios tenía, pero acostumbraba a no escucharlos, ya que ellos acudían con él por las mañanas, horario en que el rey prefería escuchar frente a un empañado espejo, de sus cortesanos, alabanzas.

Un día los magos desde oriente llegaron, al monarca de Tiberíades por el nuevo rey le preguntaron, los intérpretes le dijeron al rey que los sabios orientales deberían de ir a Belén.

El rey, contrariado por la noticia, decidió que era necesario encontrar a quien el poder le disputaba y mandó a los sabios a averiguar dónde es que el mesías se encontraba, dijo que para adorarlo, cuando su intención en sí era callarlo.

En Belén a Dios hecho hombre se le adoraba y en Tiberíades de las noticias sobre el mesías se renegaba. Hasta que el rey, un día en una mañanera discusión pensaba que era mejor tener otros datos que a mantener el poder le ayudaran, en lugar de simplemente aceptar que no era él el mesías al que su pueblo esperaba.

-¡Maten a todo infante menor de dos años!- el rey mandó -así la llegada del mesías no será algo que a mi poder amenace. Y si les preguntan, nieguen lo que aquí se hace, nosotros tenemos otros datos que indican lo falso de esa llegada. Diremos que un mesías sin poder político no es tal. Muchos habrá que nos crean, y sintiéndose santos, en el futuro el poder buscarán. Les diremos que el reino del mesías es de este mundo y que se funda en una débil honestidad, que al mesías cualquiera lo reconoce, porque es un ser de discurso, que poder alcanza aunque finja austeridad-

El pequeño, que nació en el pesebre, se salvó al ir a Egipto, y años más tarde se mostró como camino para redimirse del original pecado y para salvarse al amar al prójimo, que no es lo mismo que darle dádivas.

Pero, aquellos que creyeron en los datos ofrecidos por Herodes, que así se llamaba el rey de Tiberíades, siguen esperando: algunos lo hacen hablando, otros lo hacen culpando a los romanos por haber invadido Tierra Santa, otros lo hacen descalificando a quien se atreve a decirles que los hombres ya estamos salvados y otros lo hacen buscando poderes ilimitados.

La Navidad ya fue, el nacimiento del mesías es algo que ya ha pasado en Belén, al menos es lo que consideran los cristianos, y si es el caso no veo porque algunos dellos siguen repitiendo como Herodes que poseen en sus manos otros datos.

Maigo

La lucha por los terrenos

La lucha por los terrenos. Me gusta como título de una película. Lo he visto en repetidas ocasiones en redes sociales y como tema de conversación. Es el tema de Navidad. ¿Será simplemente por bromear o una repulsa a las celebraciones navideñas?  Tal vez no a las celebraciones, sino a la reunión con ciertas personas de la familia. Hay muchos familiares a los que no se les ve en mucho tiempo. Uno podría no tener mucho en común con ellos. Pero hacen algo, recuerdan ciertos momentos, y ya son parte de la familia. Quizá el chiste de la pelea por los terrenos sea otra mala manera de manifestar el cariño. En eso somos expertos, en no saber manifestar nuestro cariño. Las llamadas relaciones tóxicas son prueba de ello. Nietzsche decía algo parecido, aunque no de modo cómico cuando afirmó: “El último hombre se pregunta qué es amor y parpadea”.

Yaddir

Solsticio

¿Quién lo hubiera dicho? En realidad muchos sabios antiguos lo dijeron, pero a estas alturas del partido, estábamos más que seguros de que eso era falso.

Sin embargo, y aquí he de darle la razón sobre la causa a Dante, al sol un buen y amoroso día, le dio por girar al rededor de la Tierra. Lo malo no fue que toda nuestra ciencia se desplomara en un lentísimo instante. Lo malo fue que se le ocurrió suceder (irónicamente) justo cuando empezaba el último verano sobre la Tierra.

El publicista trillado

En uno de los sitios hondos de la Ciudad de México, hay una obra famosa de Fabián Cháirez. A lado de cuatro pantallas que reproducen pornografía homosexual, están dos varones lamiendo un cirio encendido. Se encuentran frente a frente, pero con la mirada hacia arriba y ojos cerrados, ambos en un deleite lleno de lujuria. Sus lenguas acarician el falo de cera, recogiendo la sustancia líquida derramada. Lo representado destaca más por el atuendo y fisionomía de los hombres: visten con una túnica religiosa y sus cabezas portan un mitra roja; su rostro poblado de barba y bigote exuda masculinidad. Claramente la obra busca ser una declaración de guerra a símbolos dominantes de la época: el cristianismo y la virilidad, sin embargo los asistentes prestan poca atención. Junto al Jesucristo entaconado y la Virgen de Guadalupe en neón, la obra de Cháirez se vuelve intrascendente. Incluso como adorno es deficiente, dado que termina sepultado en la oscuridad del lugar. La lujuria real es más poderosa que la representada: hace que desvíe la atención de lo que la obra quiere rescatar o criticar.

No se necesita gran entendimiento para distinguir el mensaje que pretende informar. Es innecesario leer todas las entrevistas que ha dado el artista. Su obra sí es prueba de que una imagen vale más que mil palabras. En ella la masculinidad, en sus diferentes manifestaciones, es afeminado y en ese sentido acaba trastocado o sometido a una burla cínica. Enmascarados de plata, sin ese cuerpo fornido de luchador, saboreando el cañón de un revólver; pandilleros menudos, cuya dureza de rostro contrasta con el tutú rosado que están usando; y así hasta llegar a su pintura que ha causado revuelo: el Zapata esbelto, en una pose de donaire, luciendo unos tacones negros, montado sobre su caballo volador. La figura tradicional del macho bigotón es torcida en su opuesto más radical. Las botas son cambiadas por zapatillas con tacón. El sombrero revolucionario es pintado de rosa.

La obra de Cháirez podría asumirse como una defensa de la homosexualidad en un mundo homofóbico, cargado de arquetipos machistas. La displicencia del macho niega cualquier debilidad señalada según su propio criterio. Debido a que la mujer es inferior y limitada en fuerza bruta (rasgo propio también de la rudeza interna), un hombre con rasgos femeninos es ridículamente contradictorio En ese tenor, la obra de Cháirez enfatiza esta ridiculez y la ocupa con el fin de satirizar el machismo. Curiosamente no cumple cabalmente su intención. Aunque intente destruir los estereotipos, necesito de ellos para sobresalir. No es una subversión del machismo, sino abreva en él. Carece de ingenio al no sorprender. Escandaliza sólo por un instante.

Fabián Cháirez debería considerarse más publicista que dedicado al arte. Su técnica no es deslumbrante ni magistral. La idea pretendida es tan sencilla y obvia que se repite y exige el mínimo de interpretación. Su obra se alimenta de los ecos que intenta criticar; requiere de ese público al cual quiere darle la espalda. Al ver la exposición de Jeff Koons, pensé que podría ser un buen publicista en tanto supiera atrapar la atención e irrumpir. Cháirez hace menos que eso: irrumpe en la medida que explota los estereotipos.