Una universitaria se suicida presuntamente por el estrés al que la somete su universidad. La escuela es famosa por su prestigio; ahí han estudiado numerosos presidentes y muchos secretarios de estado. En lugar de que la discusión sea la finalidad de la educación, en las redes los tuiteros se desbordan a opinar sobre la generación de cristal, los mal y constantemente mentados millennials. En lugar de intentar comprender para qué se estudia, qué clase de conocimiento es bueno y qué es lo mejor que cada estudiante debería conocer (así como si hay algo que para todos sea bueno conocer), se cree conocer qué les hace falta a los actuales estudiantes, se cree saber con claridad quiénes son los actuales estudiantes. En seis características creen englobar a billones de personas. No es nuevo que en las redes se manifiesten más especialistas que la cantidad de problemas que se padecen en la realidad. Lo novedoso es que ni el asunto más grave, la muerte de una persona, permita pensar en toda su complejidad el problema de la educación. Es como si tácitamente se hubiera aceptado que la universitaria se suicidó porque no soportaba la presión de este mundo. Afortunadamente esa no es la voz general. Se ve que existe un problema, pero no se lo logra asir, se nos escurre de las manos por más fuerza que hagamos. Y tal vez ese sea el más grave defecto de la educación actual: su incapacidad para comprender los problemas. El primer problema que no logran ver es la distancia entre sus objetivos educativos y el modo en el que se buscan o se pretenden desarrollar esos objetivos. ¿Qué quiere decir una institución, por más prestigiosa que sea, a un estudiante cuando le exige memorizarse el doble de temas de los que normalmente sería capaz de aprender?, ¿quiere decirle que en su futuro trabajo deberá memorizarse el doble y trabajar el doble que los demás para tener privilegios?, ¿quiere acaso insinuarle que sólo vale la pena sacrificarse a sí mismo con tal de ser exitoso?, ¿quiere acaso insinuarle que sólo se puede ser exitoso si se sacrifica a sí mismo?, ¿no estará sugiriéndole que debe dividirse en dos, matar una parte de sí para que la otra pueda vivir placenteramente? Consecuentemente, si no se es capaz de aprobar en la prestigiosa universidad, ¿quiere decir que no se merece ser exitoso, que es uno del montón, que jamás hará algo que valga la pena, que nunca será recordado por nadie? Y el que no puede lograr el éxito, el fracasado, ¿es un muerto en este acelerado mundo moderno?
Yaddir