La mujer más digna

La más digna de las mujeres se asumió como sierva, y sin presumir humildades se fue a atender a su prima, que estaba por dar a luz. Ella embarazada, y con el riesgo de ser señalada por una comunidad dada al juicio fácil, siendo la más digna se puso a cocinar y lavar pañales.

Tiempo después, al regresar a casa se enfrentó al peligro de ser rechazada, vilipendiada y hasta apedreada, pero la fe la mantuvo hasta el momento de dar a luz.

Siendo la mujer más digna entre todas, parió en un establo rodeada de animales y pastores, y en lugar de quejarse por este tipo de dolores guardó silencio y agradeció la bendición que recibió.

También calló al enterarse que una espada atravesaría su corazón, y al tener que dejar todo para irse en calidad de refugiada en tierras con costumbres y con una lengua extraña.

Pasó de ser madre a ser fiel compañera, una vez que su hijo tomó su camino y junto con él subió la terrible cuesta, e incluso lo bajó, lo bañó con sus lágrimas, y aún así la fe que la sostuvo nunca perdió.

Siendo sierva, sin ostentar una humildad palaciega, sin presumir de honesta, siendo oído atento más que voz cantante y siendo silenciosa más que discursiva respecto a la esperanza con la que vivía, María se convirtió en el refugio de los dolientes y arrepentidos.

La mujer más digna es la puerta del cielo porque nos enseña a tener fe a pesar de lo que vemos, calla al decir “hagan lo que mi hijo les diga” y nos acompaña al cielo que es real y no a la falsa promesa que se esconde tras las farsas políticas, tras reparto hipócrita de bienes y tras la búsqueda de amores comprados como aquellos que sólo puede recibir un Tirano.

Maigo