Conforme el rey en palacio se empelucaba, la austeridad, en el sentido lato del término, de la corte se apoderó.
Dicen los que saben que por ahí del siglo XVIII el hambre de los habitantes de la hexagonal en compañera inseparable se tornó, mientras que en palacio otra realidad es la que la familia real anunciaba, entre bailes y festines, entre polvos, oropeles y cortesanos aspirantes a delfines.
A veces pareciera que esta ceguera palaciega no es privativa de los reyes que en Versalles habitaron, quizá los vientos de ese absolutismo a los trópicos se mudaron.
Maigo