Elogio al diccionario

Entre los objetos usados, arrumbados en los libreros enanos de la casa, se encuentran los diccionarios. Ahí acaba el Juvenil ocupado en sexto de primaria; el bilingüe nunca usado en clase de inglés; el pequeño Larousse, gema pequeña del hogar. Concluir la escuela engaña al hacernos creer la inutilidad la obra. Una vez terminado Español o el Taller de Redacción, la consulta por las palabras desconocidas es motivada por la urgencia. Si es necesario descifrar el significado del término, si no puede resolverse por el contexto y es imposible saltárselo, se recurre al libro como solución. Dicho intento puede ocultar la magnífica variedad del vocabulario; en vez de gozar las acepciones, modos distintos de hablar sobre lo que nos rodea, nos ceñimos a un significado como meta. De fuente para enriquecimiento se vuelve fuente de información. El libro auxilia en la aridez de la redacción. El pensamiento, más rápido que la pluma, demanda palabras para ser escuchado. El diccionario es oasis para los pacientes buscadores.